Claves para gestionar las quejas de los hijos

Crecer asumiendo las quejas como una estrategia común predispone a los niños a la negatividad y la indefensión. Descubre cómo evitar que esto suceda.
Claves para gestionar las quejas de los hijos
Elena Sanz Martín

Escrito y verificado por la psicóloga Elena Sanz Martín.

Última actualización: 31 julio, 2020

Todos, tanto adultos como niños, nos quejamos en algún momento. Este es un derecho legítimo con el que contamos para expresar nuestro descontento o reclamar una injusticia.

Sin embargo, cuando nuestros hijos viven protestando por todo cuanto acontece en su vida, nuestro hogar se llena de negatividad, y los pequeños son los más perjudicados. ¿Quieres saber cómo gestionar las quejas de los niños? Continúa leyendo.

Reprimir las emociones no es sano. Hemos de enseñar a los pequeños a relacionarse con sus sentimientos negativos. Por ello, la queja puede servir como desahogo cuando se produce en momentos puntuales.

Sin embargo, cuando se convierte en una actitud arraigada, trae serias consecuencias. Para evitarlo, será imprescindible trabajar con nuestros hijos desde su infancia.

Las quejas forman parte de la vida

Las quejas son algo común y están presenten en todas las etapas de la vida. Mientras el niño es un bebé, solo dispondrá del llanto para expresar su disgusto o malestar; más adelante, podrá recurrir a las rabietas o a las conductas agresivas. En cualquier caso, esto responde a una falta de recursos para poder comprender y expresar adecuadamente lo que le sucede.

Niño triste poniéndole quejas a todo.

Con la llegada de la pubertad, aumentarán sus quejas y reclamaciones por situaciones que, a su parecer, son injustas. Sin embargo, ya contará con la capacidad para transmitir su descontento de una forma más madura.

No obstante, es importante saber que la misión no es erradicar la queja, sino canalizarla. Es positivo que nuestros hijos tengan la confianza de expresar desacuerdo, dar su opinión y mostrar sus emociones. Además, la queja puede ayudarnos a comprender cómo se sienten y qué necesitan. Sin embargo, cuando los niños se acostumbran a utilizarla a menudo, estarán adquiriendo un hábito realmente perjudicial.

¿Cómo afectan las quejas a los niños?

Cuando los pequeños asimilan la queja como una estrategia de uso común, se predisponen a detectar cada evento, detalle y circunstancia negativa de su vida. Pierden la capacidad de apreciar los dones y ventajas que les rodean y se colocan en la posición de víctimas. Con ello, su autoestima, confianza y felicidad disminuyen enormemente y, además, cierran la posibilidad a desarrollar habilidades de afrontamiento más útiles.

Quejarse de manera continua les hará sentir desvalidos ante la vida e incapaces de modificar sus circunstancias. En última instancia, la queja es una muestra de intolerancia a la frustración. Además, esto puede generar fricciones familiares y perturbar el ambiente en el hogar.

Incluso, es posible que los menores utilicen esta protesta generalizada como un medio de manipular a los adultos o evadir su responsabilidad. Por lo mismo, es importante que les dotemos de actitudes y herramientas más positivas.

Claves para gestionar las quejas de los niños

  • Ser ejemplo. Hemos de tener cuidado con nuestra propia tendencia a quejarnos y victimizarnos por lo que nos ocurre. Recordemos que los niños imitan lo que ven, por tanto, tratemos de ser ejemplo de confianza, calma y capacidad resolutiva.
  • Evitar ceder ante las quejas infantiles que están destinadas a manipularnos de algún modo. Como padres, hemos de tener claros los límites que deseamos marcar y mantenernos firmes ante ellos. Si el reclamo nos lleva a cambiar de opinión a favor de los deseos del niño, perderemos autoridad y reforzaremos esta conducta.
    Niño quejándose porque no quiere hacer los deberes.
  • Enseñar a los pequeños a comunicarse asertivamente es imprescindible. Si el niño siente un descontento, la solución no es ignorar su queja, sino ayudarle a expresarla de una forma adecuada. Para ello, tratemos de pedirle que se calme y se exprese sin llantos ni conductas agresivas; en ese momento, le atenderemos y ayudaremos.
  • Fomentemos una actitud positiva y resolutiva. Acompañemos al niño en el proceso de pensar posibles soluciones a aquello que le molesta o le disgusta. La queja nos estanca en emociones negativas e impotencia, por ello, poner en marcha su capacidad de resolución de problemas le ayudará a salir adelante y aumentará la confianza en sí mismo.

La actitud se forja desde la infancia

En definitiva, debemos recordar que los niños son, en gran parte, un lienzo en blanco que se moldea con base en la educación recibida. Así, si has detectado en tu hijo una tendencia a la queja, es importante actuar al respecto. Inculcarle una mentalidad positiva y resiliente, capaz de tolerar la frustración, expresarse adecuadamente y hallar soluciones es el mejor regalo que puedes hacerle a tu hijo.


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