Así cambia el cerebro de los niños al acercarse a la adolescencia

Con la llegada de la adolescencia los niños cambian de actitud, de conducta y de estado de ánimo. En lugar de asustarte por estas transformaciones, te invitamos a conocer lo que ocurre a nivel cerebral.
Así cambia el cerebro de los niños al acercarse a la adolescencia
Elena Sanz Martín

Revisado y aprobado por la psicóloga Elena Sanz Martín.

Escrito por Elena Sanz Martín

Última actualización: 28 febrero, 2022

Muchos padres de adolescentes comparten la misma impresión: “mi hijo ya no es el mismo, parece que me lo han cambiado”. El que fue un niño alegre, amoroso y pacífico comienza a mostrarse rebelde, irritable o apático. Esto genera gran confusión y tristeza en sus progenitores, pero la realidad es que se trata de transformaciones naturales y propias de la etapa evolutiva que el menor atraviesa. Por eso, conviene conocer cómo cambia el cerebro de los niños a medida que se acercan a la adolescencia.

Con frecuencia, asumimos que los cambios de humor o la actitud de los adolescentes son cuestiones puramente sociales y psicológicas. Sin embargo, hay importantes procesos que ocurren a nivel físico que explican lo que podemos ver. Por eso, antes de juzgar a tu hijo, de preocuparte o decepcionarte por su conducta, trata de entender lo que le sucede a su cerebro.

Cambios visibles al acercarse a la adolescencia

Cuando los niños se acercan a la pubertad y a la adolescencia, quienes les rodean pueden observar cambios muy notorios y desconcertantes. Entre los más comunes se encuentran los siguientes:

  • Desobediencia, rebeldía, oposición a la autoridad, tendencia a desafiar a los progenitores.
  • Intensidad emocional. Cada evento se magnifica y se vive de forma agrandada. Las alegrías son desbordantes, así como también lo son los miedos y las decepciones.
  • Cambios bruscos en el estado de ánimo. El joven puede pasar de la euforia a la apatía y mostrarse triste o irritable sin motivo aparente.
  • Comportamientos impulsivos y tendencia a involucrarse en conductas de riesgo.
  • Pueden aparecer alteraciones en el apetito o en los patrones de sueño.
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Cuando los niños llegan a la pubertad, ocurren numerosos cambios físicos y psicológicos que son propios de la etapa del desarrollo en la que se encuentran.


El cerebro de los niños al acercarse a la adolescencia sufre grandes cambios

No es casualidad que las anteriores situaciones sean compartidas por la gran mayoría de los adolescentes. En realidad, son la manifestación de diversos cambios cerebrales que se producen en esta etapa. Algunos de ellos ocurren de forma gradual y otros parecen suceder de la noche a la mañana. En cualquier caso, son naturales y necesarios para el desarrollo de los hijos.

Influencia hormonal

Cuando los niños se acercan a la adolescencia, la química de su cerebro experimenta grandes cambios. La hormona del crecimiento, las hormonas sexuales, la adrenalina y el cortisol (entre otras) varían significativamente sus niveles, lo que afecta al estado de ánimo y al comportamiento de los jóvenes.

Por ejemplo, estos mensajeros influyen en su capacidad de responder ante el estrés, en su motivación y en su energía diaria. También, determinan la excitación sexual.

Las fluctuaciones hormonales pueden conducir a la apatía y a la depresión, pero también llevarlos a experimentar estados de ansiedad e irritabilidad, en función de sus niveles.

La influencia hormonal también puede explicar la búsqueda del placer y del riesgo propia de la adolescencia. Así mismo, contribuir a la mayor predisposición a desarrollar una adicción (por ejemplo, al alcohol o al tabaco).

Finalmente, las alteraciones relacionadas con la melatonina (hormona reguladora del sueño y de la vigilia) pueden afectar los patrones de descanso de los jóvenes. A esta edad, es común que tiendan a trasnochar y que tengan dificultades para levantarse temprano al otro día.

Cerebro en proceso de desarrollo

Hace un tiempo se consideraba que al llegar a la adolescencia el cerebro ya se encontraba totalmente maduro. Sin embargo, se ha descubierto que cada región cerebral sigue su propio proceso de maduración y que algunas de ellas continúan en desarrollo hasta alcanzar la edad adulta.

Especialmente, se ha determinado que la corteza prefrontal (encargada de la planificación, de la toma de decisiones y de la regulación de la conducta) sigue madurando hasta los 25 años. De esta manera, hay que remarcar que durante la adolescencia no tiene un funcionamiento óptimo. Sin embargo, otras áreas cerebrales como la amígdala (relacionada con los impulsos y las emociones) sí mantienen un rendimiento pleno.

Por esto, es probable que los adolescentes se muestren impulsivos e incapaces de prever las consecuencias de sus actos. Y es que la racionalidad y la emocionalidad no se han desarrollado al mismo grado que los aspectos anteriores.

Poda sináptica

Cerebro.
Las conexiones neuronales relevantes se mantienen y refuerzan, mientras que aquellas que no cumplen funciones necesarias se eliminan. La poda sináptica sigue la premisa “si no lo usas, lo pierdes”.

Otro interesante fenómeno que ejemplifica los cambios físicos que sufre el cerebro de los niños al acercarse a la adolescencia es la poda sináptica.

Este es un proceso de remodelación cerebral, por medio del cual se eliminan algunas conexiones sinápticas innecesarias y se fortalecen otras más relevantes. De este modo, se optimiza el funcionamiento cognitivo.

Cabe mencionar que hacia los 11 años se produce un gran incremento en las conexiones cerebrales en el córtex prefrontal. Así, posteriormente tiene lugar la poda, que elimina aquellas conexiones poco utilizadas y poco funcionales. De algún modo, el cerebro selecciona y descarta información, pero hasta que no se complete el proceso, el joven tendrá dificultades para autorregularse.

Comprende y acompaña a tu hijo durante esta transición

Como ves, durante la adolescencia tu hijo deberá afrontar grandes cambios de diversa índole. Hacer frente a sus consecuencias no es sencillo, por lo que necesitará que sus padres sean pacientes y tolerantes, comprensivos y capaces de acompañarle durante el proceso, sin tomar sus actitudes como algo personal.

Así, comunícate de forma frecuente con tu hijo, permítele expresar cómo se siente y, en caso de que la situación le desborde, no dudes en buscar ayuda profesional. Un psicólogo infanto-juvenil puede enseñarle estrategias útiles para atravesar esta etapa.


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