3 razones para no obligar al niño a comer si no quiere

La falta de interés a la hora de comer por parte de los niños es algo muy común. Descubre por qué no deberías obligarlos en caso de que se resistan constantemente.
3 razones para no obligar al niño a comer si no quiere
María Alejandra Castro Arbeláez

Revisado y aprobado por la psicóloga María Alejandra Castro Arbeláez.

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 15 julio, 2021

Los especialistas recomiendan que a partir de los seis meses los bebés comiencen a comer alimentos sólidos. A esta nueva etapa se la conoce como introducción a la alimentación complementaria. Sin embargo, no siempre es fácil que los pequeños se acostumbren a estos sabores, que le son totalmente extraños.

El proceso de acostumbrar a los bebés a comer, requiere mucha paciencia de nuestra parte. Esto sucede porque lo tomamos más como un deber. De alguna manera nos convencen de que “se debe” iniciar la alimentación con sólidos. En consecuencia, a los niños se les termina obligando a comer.

Frecuentemente, sucede que nos interesa seguir este consejo porque queremos quitarles el pecho. El problema con esto es que no siempre el niño se anima fácilmente a alimentarse de una manera diferente. Todas sabemos lo complicado que resulta hacer que coman. Desde entonces, el momento de la comida se vuelve el más difícil del día.

¿Por qué no debemos obligarlos a comer?

Todos los avioncitos de la historia y las papillas recogidas del suelo explican que a los bebés les cuesta adaptarse a la llamada alimentación complementaria. Aunque sea cierto que necesitan incorporar más nutrientes a su dieta, no es conveniente obligarlos.

Que el pediatra te haya dicho que es la hora de comer verduras y cereales, no implica que se vaya a hacer realidad de un tirón. Es primordial que dejemos que coman a su manera, todas las otras opciones implican una obligación innecesaria.

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La alimentación complementaria es solo eso, un complemento. No significa que vamos a sustituir toda la toma por las nuevas propuestas, sino que le añadiremos algo diferente. Un error común es comenzar a darles de comer la misma comida que los adultos. Creer que sufrirán carencias alimenticias graves si no hacemos esto, también es un fallo.

Entre las principales razones para no obligar a los niños a comer, tenemos las siguientes:

Requerimientos diarios según su edad

En ocasiones los pediatras nos sugieren una cantidad específica de comida para cada día. No obstante, esta medida suele fallar por distintas razones. Por ejemplo, no medimos y terminamos haciendo una papilla súper concentrada que contiene más de lo que se necesita.

Además, como el niño no termina comiéndose todo, no sabemos cuánto le falta por comer. Si además, le damos el pecho para complementar, quizá los estemos sobrealimentando. Por otro lado, cada bebé es diferente, por lo cual, no todos “necesitan” 300 ml de papilla al día.

De acuerdo con los estudios, los requerimientos aproximados son los siguientes:

  • Niñas de 6 meses, unas 819 kcal, máximo. Los varones máximo 779 kcal
  • A los 9 meses una niña puede requerir unas 859 kcal; mientras que los varones hasta 924 kcal
  • Niñas de un año, de 500 a 1000 kcal. En el caso de los varones, se estima entre 479 y 1160 kcal
  • Niños de 18 meses podrían requerir energía equivalente a 1200 kcal; las niñas más o menos lo mismo
  • Cuando llegan a los 24 meses, el máximo en los niños es de 1300 y en las niñas de 1273 kcal.

El complemento no es principal

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Si los obligamos a comer el complemento como si fuera comida principal, podemos alterar el nivel de nutrientes. Ya sea que el pediatra nos haya dicho otras cosa, o por causa de la confusión, estamos dando equivocadamente estos alimentos.

Todo lo que se come sin necesidad, se roba al estómago de los pobres

-Mohandas Ghandi-

Es cierto que el bebé necesita nutrientes extra. Sin embargo, es algo que necesita de manera progresiva. Observemos que en cuestión de gastos de energía, quizá la edad el sexo del pequeño influyen mucho.

En consecuencia, podemos cometer el error de obligarlos a comer más de la cuenta. Por ejemplo, dos niños de la misma edad, no necesariamente comerán lo mismo. De igual modo, caemos en el error de compararlos con su hermanito o amiguito que comió más.

La leche materna sigue siendo el alimento principal; los purés y papillas son el complemento. Da igual, si lo quieren comer o si no. Ellos saben hasta dónde necesitan comer, por eso no se les puede obligar.

Si las comidas sólidas no son lo suyo…

Por muy atractiva que parezca la receta, el niño no está familiarizado con los alimentos sólidos. Del mismo modo, desconoce la manera de tomarlos, no sabe de cucharas ni vasos, solo conoce el seno materno. Este proceso de adaptación es lento, pero acostumbramos a apresurarlos un poco.

Se aconseja que los pequeños puedan descubrir a su modo, y que ellos mismos decidan si probar el alimento. Antes de que puedan decidir si comer lo que le servimos, deben sentir confianza por lo que ven en sus platos. Deberán analizar con sus manos las texturas de los alimentos, así como relacionar los olores.

Es conveniente que le dejemos experimentar con alimentos enteros, en lugar de triturados. Darles una fruta cortada en forma de bastoncitos. Quizá una verdura hervida entera. Es importante que ellos puedan intentar comer sin presión. Si no lo quieren, tampoco pasa nada.

Ofrecer los alimentos, también forma parte del entrenamiento. Preguntémosle si quiere esta fruta, si prefieren tocarla, o si desea probarla. El gusto se va formando con el tiempo, no es cosa de un día para otro.

En definitiva, algunos alimentos no le apetecerán en lo absoluto. Si algo no les gusta, ni modo. Nadie quiere que le obliguen a comer algo que no le gusta, pongámonos en su lugar.

 


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