Tu ropa de bebé, tan pequeña, será mañana mi nostalgia

Tu ropa de bebé, tan pequeña, será mañana mi nostalgia
María Alejandra Castro Arbeláez

Revisado y aprobado por la psicóloga María Alejandra Castro Arbeláez.

Escrito por Valeria Sabater

Última actualización: 03 diciembre, 2019

Tu ropa de bebé, tan pequeña, preciosa y delicada será mañana mi nostalgia, porque cuando quiera darme cuenta, correrás por el mundo entre risas y juegos, lejos de mi regazo, lejos de esos primeros meses en que apenas cabías entre las dos manos de papá…

Decía Proust que el amor es el espacio y el tiempo medido por el corazón. Pocas cosas pueden encerrar tanta verdad, porque todo aquello que nos es valioso, amado, todo lo que nos proporciona sentido en la vida, proximidad y lo que nos es preciado, parece que escapa a los segunderos de un reloj.

A su vez, una forma que tienen las mamás y los papás de medir el tiempo es a través de los propios hijos. Esa ropa que ya no les cabe, esos zapatos que de un mes a otro ya no les entra, esos centímetros en su altura, ese vocabulario que cada vez es más rico, sus conversaciones más profundas y despiertas… ¿A dónde ha ido nuestro pequeño bebé?

Esa sensación a instantes asusta, lo sabemos, pero también emociona. Porque ese pijama que ya no les entra o esa camiseta tan dulce con la que no hace mucho lo vestías y que ahora él mismo te dice que no le agrada, responde al paso natural de ese crecimiento armónico y normal con el que saber que todo está bien. Que lo estás haciendo genial…

Los momentos tan íntimos de hoy entre tú y yo serán mi nostalgia de mañana

bebé con ropa de conejo

Nos encanta esa etapa en que nuestros niños son aún tan pequeños. Adoramos sus manos diminutas prensando nuestros dedos, el sonido de su respiración mientras duermen en nuestro regazo. Darles el pecho o el biberón es algo mágico, perfecto en su esencia, maravilloso de principio a fin.

Nos gusta todo este período de la primera infancia porque es cuando más necesitan de nosotros, cuando a su vez, más cerca los tenemos de nuestra piel, de nuestro corazón, de nuestros sentidos. Ahora bien, aunque queda claro que todas las etapas de nuestros hijos son importantes, esos primeros dos, tres años, son los que consolidan el vínculo. Es entonces cuando esa relación de apego se construye dejando esa impronta en su corazón y en el nuestro.

Añorar esa etapa es echar en falta aquellos instantes de intimidad donde les demostrábamos que eran amados, bienvenidos, que siempre serían protegidos, consolados, atendidos... Era una época en la que nos necesitaban casi tanto como el alimento que les ofrecíamos y eso, es algo imperecedero en la memoria. Algo que cuando crecen, echamos en falta: esa ansiedad casi constante por tenernos cerca…

Tu ropa, tan pequeña es también parte de un ritual…

Esa ropa tan pequeñita, tan perfecta y encantadora forma parte también de un curioso ritual que muchas mamás habrán vivido ya en piel propia. Antes de que el bebé venga al mundo dedicamos parte de nuestro tiempo eligiendo esas piezas de ropa. Es algo que permite bordar nuestras ilusiones, enmarcar sueños, proyectar esperanzas, y de algún modo, empezar a amar a ese pequeño del que aún no conocemos el rostro.

Más tarde cuando ya tenemos al bebé en brazos esa tarea de poner y cambiar, de lavar, de guardar y volver a colocar a instantes puede volverse rutinario, pero conforma el ritmo de esa cotidianidad que nos encanta y donde nos sentimos bien.

Sin embargo, casi sin que nos demos cuenta esas primeras piezas de ropa se van quedando en la parte más honda del armario. Ya no nos sirven. Hasta que al final, dedicamos un día a guardar ya más delicadamente esa ropa tan pequeña en una caja especial, como un pequeño tesoro, como un retazo de una época perfecta que añoramos.

Por último, muchas veces esas cajas vuelven a ser abiertas: esas piezas de ropa van a volver a ser utilizadas. Bien porque esperamos otro hijo o bien porque una hermana o una amiga espera su bebé. Es un instante también mágico que volvemos a disfrutar de otro modo pero también de forma intensa.

Creces, cada vez eres más grande y más rápido… pero cada día te quiero más

niño con su madre

Al final llega esa etapa. Esa en la que corren por delante de ti, en la que se te escapan de las manos, en que todo llama su atención y en que te bombardean a preguntas, en que no paran quietos y en que su círculo personal se amplia hasta llegar a sus iguales, a esas primeras relaciones sociales que poco a poco, los irán abriendo al mundo.

Todo ello es bueno, es sensacional y necesario. Los niños crecen y nosotros con ellos. Echar en falta una etapa no es negativo, no pasa nada si un día nos abraza las nostalgia al descubrir su ropa de bebé en un viejo cajón. Es parte de nuestro pasado, es una pieza más de ese puzzle perfecto que aún sigue incompleto, ahí donde tu mano, tu amor, tu paciencia y cercanía sigue siendo imprescindible para tus hijos.

Sin importar su edad.


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