Ser padres es una tarea que requiere la toma de decisiones frente a la conducta de nuestros hijos. Muchos papás consideran que lo más efectivo contra la desobediencia es poner reglas claras y establecer un sistema de castigos para los niños, como quitarles lo que les gusta, prohibirle la televisión o rechazar salidas.
Para otros, este recurso resulta insuficiente, por lo que acuden al castigo físico como medida disciplinaria. Sin embargo, este método de enseñanza está en discusión ya que sus consecuencias son negativas, pues cada golpe deja huellas imborrables en los niños.
Te mostramos los efectos de una crianza basada en castigos físicos y te brindamos alternativas más adecuadas para una correcta educación en aquellas ocasiones incontrolables. Pues si quieres criar hijos felices, resulta imprescindible que evites castigarlos físicamente.
¿De qué hablamos cuando hablamos de castigo físico?
Existen diferentes formas de castigo físico. No obstante, el que consiste en empujar, pegar, golpear y sacudir no es considerado maltrato y se diferencia del acoso físico o sexual. Sin embargo, constituye un daño irreparable a largo plazo, puesto que aumenta la posibilidad de generar problemas emocionales severos.
En la actualidad sigue siendo habitual este tipo de educación y crianza infantil donde los progenitores lastiman física y mentalmente a sus hijos. Lo hacen creyendo que “corrigen” al niño cuando en realidad sucede lo contrario: cuantos más castigos sufra el niño, se volverá más agresivo y violento.
Golpear al niño y después explicarle que lo hacen por su propio bien es peligroso, por cuanto solo consiguen que el menor entienda la violencia como una parte aceptable del amor. Una vez adulto, este sujeto aceptará la intimidación en sus relaciones interpersonales debido a que lo han naturalizado.
10 consecuencias del castigo físico en chicos
La adopción de disciplinas severas se convirtió en objeto de discusión e investigación en los últimos años, en los cuales se comprobó que el castigo físico, lejos de traer aparejados beneficios, causa serios problemas en los infantes.
Tanto los gritos como los golpes de los padres despiertan la ansiedad y la angustia de los niños, quienes evitarán repetir ese acto que ofuscó a sus progenitores, pero no porque entendieron el “error”, sino por el miedo que su reacción generó. Entonces, esta fórmula sancionadora no es efectiva, dado que sus consecuencias son las siguientes:
- Inhibe la autonomía del menor.
- Paraliza la iniciativa del niño, bloqueando su comportamiento y limitando su capacidad para resolver problemas.
- Interfiere en su proceso de aprendizaje y, consecuentemente, en el desarrollo de su inteligencia.
- Lesiona su autoestima, por lo que promueve expectativas negativas respecto a sí mismo.
- Obstaculiza o destruye el vínculo y la comunicación entre padres e hijos.
- Les hace experimentar soledad, tristeza y abandono.
- Conforma una visión de la vida y del entorno negativo, considerando incluso la sociedad como un lugar amenazante.
- Condiciona la socialización del pequeño.
- Engendra una actitud violenta como un modo válido para resolver conflictos.
- Despierta rabia, rencor, y estimula el deseo de huir de su hogar.
Por ello, es importante que los padres comprendan que es dañino el uso de la agresión física para disciplinar a sus hijos. Como hemos visto, la violencia nunca puede constituirse en el camino adecuado para obtener la atención, obediencia y respeto del pequeño.
¿Cómo evitar el castigo físico en la educación del niño?
Hay diferentes formas de disciplinar a los niños de acuerdo a su edad. Los especialistas recomiendan establecer métodos de enseñanza que no impliquen el maltrato físico. Incluso, varios expertos en el tema aconsejan reforzar y premiar aquellas conductas positivas, en vez de castigar las negativas.
Los especialistas en salud mental sugieren a padres y tutores que, frente a una situación difícil de sobrellevar, deben controlarse, de tal forma que también enseñen a sus hijos a hacer lo mismo. También explican que el castigo físico no surte el mismo efecto que imponer límites claros, lo cual da mejores resultados.
Se trata de establecer e impartir normas y reglas capaces de regular la conducta y el comportamiento del pequeño durante la infancia, facilitando de esta manera el proceso de aprendizaje de cara a su adultez y logrando que ellos siempre se sientan queridos y contenidos dentro de su núcleo familiar.
Bibliografía
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