Uso de antibióticos en niños: ¿qué son y para qué se usan?
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La mayoría de infecciones que sufren los niños son causadas por virus y, generalmente, desaparecen por sí solas sin tratamiento. Sin embargo, los antibióticos en niños son un recurso muy valioso para las infecciones bacterianas.
No obstante, es fundamental saber cómo utilizarlos para que no pierdan su valor. A continuación, veremos por qué es tan importante utilizar bien los antibióticos y por qué hay que seguir siempre las indicaciones del médico.
¿Qué son los antibióticos?
Los antibióticos son fármacos utilizados para el tratamiento de infecciones causadas por bacterias. Por tanto, no son útiles en el tratamiento de otro tipo de infecciones, como aquellas provocadas por virus. Esta es la respuesta a la pregunta de por qué los antibióticos no se usan en resfriados ni en la gripe.
Existen diferentes tipos de antibióticos frente a los distintos grupos de bacterias causantes de infecciones. Pueden actuar matando a las bacterias o deteniendo su reproducción. En cada caso, el médico decidirá cuál es el más indicado y cuál será la pauta a seguir en el tratamiento.
Uno de los antibióticos más conocidos es la amoxicilina, que es un derivado de la penicilina. Esta, a su vez, fue descubierta en 1928 por Alexander Fleming, y supuso un gran hito en la historia de la medicina. Fue el inicio de la era de los antibióticos. Desde entonces, estos fármacos han salvado muchas vidas con el tratamiento de las infecciones bacterianas.
Uso de antibióticos en niños
Los síntomas más comunes de una infección en niños son fiebre, dolor y malestar. Pero no siempre que hay fiebre es necesario un antibiótico, ni tampoco siempre que se produzca una infección, como hemos dicho. La mayoría de infecciones en niños son de tipo vírico y no responden a los antibióticos ni los necesitan.
El uso de antibióticos en niños debe seguir siempre las indicaciones del pediatra. Es importante utilizarlos en la dosis indicada, según la pauta prescrita y durante el tiempo que se nos indique. No todos los niños son iguales, ni tampoco todas las bacterias, ni todas las infecciones, ni todos los antibióticos.
Existen antibióticos que solo hay que administrarlos durante 3 días en una única dosis diaria, pero hay otros que necesitan un tratamiento más largo, por ejemplo, con dosis cada 8 horas durante 10 días. Si no se utilizan bien, perderán su efecto y dejarán de ser eficaces en el futuro.
Para la mayoría de antibióticos existen distintas presentaciones en el mercado. Cuando el pediatra los recete, se puede consultar con él la posibilidad de adquirir el antibiótico en forma de comprimidos, sobres, jarabe, etc., para favorecer la administración en los niños.
Es importante mantener los antibióticos, al igual que el resto de medicamentos, fuera del alcance de los niños. Asimismo, no se deben guardar nunca los restos de tratamientos anteriores. Cada vez que sea necesario, el médico prescribirá el antibiótico más adecuado, según considere oportuno.
También conviene educar a los niños en la prevención de las infecciones. La medida más importante para evitar los contagios es lavarse las manos con jabón frecuentemente. Una buena higiene siempre nos ayudará a mantener a raya a los gérmenes.
Efectos secundarios
No hay que olvidar que los antibióticos son medicamentos y que no están exentos de producir efectos secundarios. Esa es otra de las razones por las que no está permitida la automedicación ni la compra de estos medicamentos sin receta médica en las farmacias.
Los efectos secundarios más comunes que suelen producirse en el tratamiento con antibióticos son de tipo gastrointestinal, como la diarrea. A veces, estas molestias se pueden prevenir o tratar con probióticos. No obstante, ante cualquier reacción adversa, conviene consultar con el pediatra.
Mal uso de los antibióticos en niños
Como hemos dicho, los antibióticos no son útiles en el tratamiento de todas las infecciones. Por eso, es muy importante utilizarlos únicamente bajo prescripción médica, cuando el pediatra lo considere oportuno. Además, se deben seguir las indicaciones que él nos proporcione.
En el tratamiento con antibióticos, un error muy común es suspender su administración cuando desaparecen los síntomas. Generalmente, entre las 48 y 72 horas después de iniciar el antibiótico, ya se experimenta la mejoría. Sin embargo, suspender el tratamiento puede ser peligroso, tanto a corto como a largo plazo.
Un mal uso de los antibióticos provoca que las bacterias se vuelvan cada vez más resistentes. Esto, en un futuro, puede hacer que dichos medicamentos dejen de ser útiles frente a determinadas infecciones, lo que puede tener graves consecuencias.
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