Yo solo elegí emprender desde el amor

Yo solo elegí emprender desde el amor

Última actualización: 17 abril, 2020

Algunas personas deciden emprender desde el plano académico, otras desde el laboral. Otros simplemente se encargan de saciar sus deseos y cumplir sueños. Viajes, posesiones materiales, lo que fuere. Sin embargo, yo particularmente elegí emprender desde el amor.

Qué más da desde dónde escogemos construir nuestras vidas y edificar nuestros destinos. Lo importante es hacernos cargo de nuestras propias decisiones. Desde ya, ser siempre felices con ese camino que preferimos tomar, y sus consecuencias. Sean las más dulces, pero también las más amargas.

Desde muy joven entendí que debía emprender desde el amor. Aquel más profundo, puro y sincero. Anhelaba convertirme en madre, lo deseaba con todas mis fuerzas. Lo soñaba, de noche, pero también de día, con los ojos abiertos.

Mi sueño se reavivaba cada vez que la vida me cruzaba con un niño. Toda vez que recibía la noticia de familias que felizmente se agrandaban. Cuando ese test arrojó el ansiado positivo. A medida que mi vientre comenzó a crecer, y a cobrar y manifestar vida.

El día en que logré convertir el más potente dolor en la más gratificante y satisfactoria prueba de amor. El instante en que vi al fruto de mi creación por primera vez. Tras infinidad de momentos compartidos, de problemas resueltos, y de anécdotas vividas y contadas.

Emprender desde el amor, cada día

Emprender desde el amor significa abocarse al bienestar de esa vida construida, sin pausa pero sin prisa. Entregándolo todo, por amor, a cambio de nada. Ofreciendo el más desinteresado e ilimitado amor puro e infinito de una madre.

Implica además aprender a disfrutar de cada momento. Adueñarse de los instantes. Estar dispuesta a aprender, a crecer, sin miedo a errar. Pero sobre todo, habitar el aquí y ahora con majestuosidad. Olvidar el pasado y fijar los ojos en el mañana.

Emprender desde el amor conlleva una elección diaria de dedicación y sacrificio. Ganas de superar obstáculos y dificultades varias. Sin importar de qué se trate, ni qué tan grande sea el muro a atravesar. Después de todo, no hay satisfacción más grande que resultar vencedor, junto a tu pequeño al lado tuyo.

Esta tierna y dulce empresa ofrece los más lindos tesoros a cambio. Los más bonitos y entrañables momentos. El amor de las almas más puras, inocentes y frescas. La impensable e inimaginable fuerza de una sonrisa, el poder sanador de un abrazo.

Los silencios que aniquila una expresiva mirada. Esos “te amo” que marcan por siempre nuestros corazones. Esto es lo que realmente une las partes rotas de cualquier alma. Esto es realmente la magia de la etapa más maravillosa de los niños, la infancia.

Mantener una misma elección siempre

Yo hace muchos años elegí emprender desde el amor. Y entiendo que ello supone necesariamente mantener por y para siempre una misma elección. Abrazarla con convicción cada día de nuestras vidas. Con la única certeza de que ha sido una experiencia única y realmente maravillosa.

Una experiencia que, lejos de valer la pena, valió la vida, la alegría. Valió cada risa, y cada llanto. Cada momento grato, cada disgusto, ¿por qué no? Porque de cada instante junto a nuestros hijos aprendemos, y enseñamos. Simplemente, vivimos. Y si vivimos, compartimos.

Juntos hemos superado las más diversas y adversas situaciones. Libramos batallas que jamás imaginamos ganar, pero lo hemos logrado. Juntos nos abalanzamos sobre sueños que se nos presentaban erróneamente como imposibles. Osamos desafiar los límites de lo posibles, resultando victoriosos.

Siempre sostendré que la maternidad es lo más bello que me ha sucedido. No hay experiencia que se le parezca. Que llene y nutra mi ser como emprender desde el amor. Educar a mi hijo desde el corazón y sentirme invadida por sentimientos que creía inexistentes inyecta vida a mi transcurrir diario.

Por todo ello, y por mucho más, puedo decir que jamás me cansaré de mi propia decisión. Quizás no haya resultado todo lo planeado 100% a lo que proyecté. Pero la verdad es que la maternidad es como un laboratorio que funciona a prueba y error.

Aprendemos necesariamente en el camino transitado junto a nuestros hijos. Sobre la marcha, recalculando constantemente. Y qué más da cuántas veces nos perdamos y debamos cambiar la ruta. Al final de cuentas, lo que siempre permanecerá intacto e inquebrantable es el amor por nuestros hijos y nuestro deseo de su felicidad eterna.


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