Retraso psicomotor en bebés: causas, síntomas y tratamiento

El retraso psicomotor implica una demora en el desarrollo de las destrezas cognitivas o motoras del bebé. Conocer sus síntomas y establecer un diagnóstico temprano ayudará a llevar a cabo intervenciones adecuadas.
Retraso psicomotor en bebés: causas, síntomas y tratamiento

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 23 junio, 2023

Los bebés con retraso psicomotor presentan un desarrollo más lento de las habilidades cognitivas o motoras durante los primeros años de vida. Es decir, pueden demorarse en alcanzar los hitos del desarrollo esperables para cada edad, como sentarse, gatear, caminar y hablar, o hacerlo de forma no convencional.

Es fundamental saber que el retraso puede ser global o en algúna área concreta del desarrollo, como el motor, el cognitivo o el social. Asimismo, pueden tratarse de dificultades permanentes o transitorias. Cualquiera sea el caso, ante la presencia de ciertos signos de alarma es importante consultar con un profesional especializado en el tema.

Continúa leyendo para conocer las posibles causas que pueden explicar este problema, además de los comportamientos que deberías atender.

Diagnóstico del retraso psicomotor en bebés

Entre los instrumentos más utilizados para detectar el retraso psicomotor en bebés encontramos al test Denver II y a la tabla de Haizea-Llevant, que permiten evaluar el cumplimiento de pautas del desarrollo para cada edad.

Estas pruebas, junto a otros test de inteligencia y neuropsicológicos, las debe realizar un especialista entrenado. Así, se valoran los resultados en el contexto de los grandes cambios madurativos que presentan los niños a lo largo de la infancia (denominados trayectorias del desarrollo).

Entonces, el diagnóstico de retraso psicomotor se basa en un examen exhaustivo por parte de un profesional especializado en el cual se valoran varios aspectos. Entre ellos, los antecedentes familiares, obstétricos y perinatales, así como también la observación del comportamiento del pequeño.

Ahora bien, considerando que la detección temprana del retraso psicomotor puede mejorar de forma significativa la calidad de vida del niño, es imprescindible que los padres estemos atentos a su conducta. En caso de tener dudas acerca de su desarrollo, lo mejor es consultarlo con el pediatra.

Los médicos pediatras de atención primaria son los principales profesionales implicados en la detección del retraso psicomotor de los niños.

Causas de los problemas en el desarrollo psicomotor infantil

Los trastornos del desarrollo suelen ser de causa multifactorial, lo que implica que no se puede atribuir su génesis a una única razón. Los factores subyacentes pueden ser de naturaleza genética, ambiental o una combinación de ambos.

Los expertos de la Unidad de Neuropediatría del Hospital Infantil Universitario Niño Jesús dividen los posibles motivos en tres grandes áreas:

  • Causas prenatales: existen muchos errores congénitos que pueden devenir en una afectación motora o cognitiva, como alteraciones cromosómicas o las malformaciones congénitas del sistema nervioso central. Un 60 % de los retrasos psicomotores se explican por este tipo de causas. Por esto, es importante realizar todas las pruebas pertinentes durante el período prenatal.
  • Causas perinatales: el retraso psicomotor puede estar asociado a cuestiones relacionadas con el parto, como el sufrimiento fetal agudo o el trauma obstétrico. Hasta el 15 % de los casos se explican por esta vía.
  • Causas posnatales: aunque el porcentaje de incidencia es menor, existen ciertos eventos ocurridos después del parto que pueden afectar al desarrollo cerebral. Por ejemplo, algunas infecciones como meningitis o encefalitis, las enfermedades vasculares o la malnutrición. En torno a un 10 % de los episodios se corresponden con esta causa.


Señales de alarma del retraso psicomotor en bebés

Tal como hemos mencionado con anterioridad, resulta esencial atender al comportamiento de los bebés para anticiparse a cualquier dificultad. En relación con el retraso psicomotor, las primeras señales se pueden notar cuando el niño no desarrolla ciertas destrezas dentro del periodo de tiempo esperado o lo hace con muchas complicaciones.

De acuerdo a un seminario realizado en el Hospital Universitario Miguel Servet de Zaragoza y a la información ofrecida por el equipo de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), algunos de los signos de alarma a considerar en función a edades concretas son los siguientes:

  • Dos meses: el bebé muestra irritabilidad permanente y se sobresalta de forma excesiva ante sonidos inesperados o, por el contrario, no muestra ningún tipo de reacción. El pulgar aducido (pulgar entre la palma de la mano y los cuatro dedos restantes) también es un indicio a considerar.
  • Tres meses: asimetría de actividad en las manos (utiliza solo una mano para jugar, por ejemplo). La dificultad por mantener la cabeza erguida al estar boca abajo o el hecho de no mirar a la cara, también representan signos de alarma.
  • Cuatro meses: el niño expresa poco interés por interactuar con el entorno y una pasividad extrema. La hipertonía de aductores (ángulo de las extremidades inferiores que no supera los 90°) es otro signo que no se debe omitir. Lo mismo la ausencia de sonidos como «oooh», «aaah» o de la sonrisa social o del movimiento para llamar la atención de sus cuidadores.
  • Seis meses: persistencia del reflejo de Moro (sobresalto ante un ruido o un movimiento). Este se pierde alrededor de los tres o cuatro meses. Otros indicadores a atender son la fijación de la mirada a la mano y la ausencia de risas o de chirridos.
  • Ocho meses: el bebé tiene un patrón de conducta repetitiva (como golpearse el rostro o agitar las manos) al menos durante la mitad del tiempo que pasa despierto. No disfruta o se interesa por mirarse al espejo o no reconoce a personas significativas.
  • Nueve meses: ausencia de algún tipo de desplazamiento autónomo, como el gateo o volteo. El límite promedio es de dos metros. Tampoco elevación de los brazos para que lo recojan o emisión de sonidos diferentes como «mamama» o «bababa».
  • 12 meses: el hecho de que babee gran parte del día es un signo de alerta. A su vez, se espera que al año un niño pueda entender el «no» y jugar a buscar objetos que ve esconder a un adulto. La ausencia del llamado a sus padres por «mamá» o «papá», u otro nombre especial, puede ser otra señal indicadora.
  • 16 meses: hiperactividad sin objeto y persistencia de arrojar todo al suelo. Falta de demostración de afecto (no abraza ni besa) o incapacidad para seguir instrucciones simples dadas con gestos y palabras. 
  • 24 meses: presenta estereotipias verbales o manuales, como repetir los mismos sonidos o palabras sin cesar. La incapacidad de hacer juego simbólico (acunar o dar de comer a un muñeco, por ejemplo) o la ausencia de gestos como señalar, soplar un beso o asentir con la cabeza también son señales a atender.

Estos comportamientos no deben interpretarse de forma aislada, sino como información valiosa para compartir con los médicos tratantes. Ellos serán los encargados de evaluar el caso puntual y decidir las medidas a tomar.

Por esto, si tu bebé presenta algunos de estos signos, es importante que intentes mantener la calma y no dar por sentada una conclusión que en verdad requiere de pruebas específicas.

La importancia de la estimulación en el hogar

Los pasos a seguir ante un retraso psicomotor dependen de la causa subyacente y de las necesidades individuales del bebé. Cada caso es único y requiere de una evaluación y plan de intervención personalizado.



Ahora bien, lo que podemos hacer como padres, además de consultar con el pediatra a tiempo para evitar que las dificultades avancen hasta un punto irreversible, es trabajar en la estimulación temprana del lenguaje, la comprensión verbal y la interacción social.

Se pueden obtener grandes beneficios a través de procesos de estimulación llevados a cabo en el entorno natural del niño, su hogar. Para favorecer su desarrollo, puedes implementar estrategias como hablarle, cantarle y leerle desde su más temprana infancia, dedicar tiempo de calidad para jugar e interactuar con él, así como fomentar la interacción con otros niños en parques o grupos de juego.

En cuanto a la estimulación física y motriz, puedes fomentar su gateo o desplazamiento proporcionando un espacio seguro para que pueda moverse con libertad. Por ejemplo, colocar juguetes en el suelo lejos de él y celebrar cuando llegue a ellos. También es importante permitirle y facilitar la exploración sensorial a través de objetos de diversas texturas, colores y formas.

En definitiva, la estimulación en el hogar desempeña un papel imprescindible en el desarrollo de un bebé, ya que promueve su crecimiento cognitivo, social, lingüístico y motor.

Un trabajo en equipo

Si bien es muy valioso que como padres estimulemos su desarrollo y atendamos a sus aptitudes para realizar un diagnóstico a tiempo, debemos saber que, en caso de retrasos, es esencial trabajar en estrecha colaboración con un equipo médico y de profesionales de la salud especializados para diseñar un plan de cuidados adecuado para nuestro niño.

A su vez, es fundamental buscar apoyo emocional en familiares, amigos o terapeutas, ya que la primera medida de cuidado hacia nuestro hijo que debemos adoptar es la de cuidarnos nosotros mismos. Recuerda que, para cuidar, hay que cuidarse.


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