¿Qué es la toxoplasmosis?
Anteriormente, la toxoplasmosis era una de las infecciones que solía causar mucha preocupación en las mujeres. Sobre todo en las embarazadas. Sin embargo, hoy en día es distinto, no solo por la disminución de casos sino por la cantidad de medidas preventivas que existen. Además de que el tratamiento tiene muchas facilidades.
Ahora bien, a pesar de que hoy en día ya no supone un riesgo grave en la gran mayoría de los casos, es fundamental detectarla y tratarla a tiempo.
Se trata de una infección que se contagia por medio de la acción de un parásito microscópico llamado Toxoplasma gondii. Por lo general, la infección ocurre porque la persona (o en este caso, la mujer embarazada) se encuentra en un entorno poco saludable, con malas condiciones de higiene y, por supuesto, mascotas descuidadas.
El parásito de la toxoplasmosis es uno de los más comunes que existen. De hecho, más de 60 millones de personas en Estados Unidos lo tienen. Su huésped definitivo por excelencia son los gatos, por ello, la toxoplasmosis suele ser asociada a estas mascotas. Sin embargo, el parásito puede infectar a otros animales y al ser humano.
Ahora bien, para que el parásito invada el organismo humano deben estar presentes los siguientes factores:
- Descuidar la higiene en la preparación de alimentos, especialmente los de origen vegetal.
- No manipular ni cocer bien la carne, en especial, la de cordero.
- Consumo de agua contaminada.
- No mantener buenos hábitos de higiene, en especial, en relación al lavado de manos después de haber estado en contacto con un animal, y al uso de guantes al manipular sus heces o tierra.
- Contacto directo con heces de gato infectadas (esto ocurre generalmente al limpiar la caja de arena u otros objetos).
- No mantener al día la higiene y el control de vacunas de las mascotas del hogar.
¿Cómo se manifiesta la toxoplasmosis?
Por lo general, la mayoría de las personas saludables no presentan síntomas contundentes y, por ende, no saben que están infectadas hasta que se realizan una analítica. Sin embargo, hay quienes experimentan los siguientes síntomas:
- Fatiga.
- Dolor de cabeza.
- Dolores musculares.
- Fiebre (no mayor a 38 ºC).
- Ganglios linfáticos inflamados.
- Enrojecimiento moderado de la retina.
Diagnóstico y tratamiento
Siempre y cuando se realice un diagnóstico a tiempo, será mucho más fácil manejar el problema y el número de complicaciones será reducido. Ahora, para poder detectar y diagnosticar la infección por toxoplasmosis es preciso realizar un estudio de serología o un análisis de sangre (que arroje resultados positivos a la presencia del anticuerpo antitoxoplasma).
Una vez confirmado el diagnóstico, el médico deberá pautar un tratamiento en función del caso. No obstante, en líneas generales suele constar de antibióticos. En el caso de las mujeres embarazadas, se procederá a iniciar un seguimiento regular del estado de salud del feto, por medio de ecografías y la evaluación de una muestra de sangre del cordón umbilical (cerca de la semana 22 del embarazo).
No existe una vacuna para la toxoplasmosis, de allí la importancia de cumplir con las medidas preventivas para evitar el contagio.
Posibles complicaciones en el embarazo
- El periodo de mayor riesgo para el feto es durante el primer trimestre del embarazo. Por ende, si el diagnóstico y tratamiento de la toxoplasmosis no se lleva a cabo a partir de este momento, lo más probable es que el cuadro se complique.
- Los niños que padecen toxoplasmosis congénita pueden presentar complicaciones incapacitantes como: pérdida de la audición, discapacidad mental y ceguera, así como afecciones hepáticas definitivas.
- En casos graves, el feto puede tener anomalías neurológicas o cardiacas. Y en casos extremos, la toxoplasmosis puede causar la muerte del feto.
De igual manera, los bebés pueden presentar malformaciones oculares después de varios años de haberse producido la infección, es decir, que aunque el bebé nazca normal, más adelante puede enfermar. A esto se le conoce como toxoplasmosis congénita, que implica el seguimiento de la enfermedad por lo menos durante el primer año de vida.
Es sabido que en un 50 % de los casos, la madre no llega a infestar al feto y también que en casi el 80 % de las infecciones no derivan en problemas graves; por lo tanto, es importante tener en cuenta que, con un diagnóstico y tratamiento a tiempo es posible que el bebé nazca bien.
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