¿Qué es la depresión prenatal?
Es normal que una mujer se sienta confundida, nerviosa, triste o angustiada durante el embarazo. El vaivén hormonal que tiene lugar en su cuerpo puede generar diversas todo tipo de emociones y sentimientos, así como también otros diametralmente opuestos. Pero cuando la tristeza persiste en el tiempo, puede llegar a convertirse en depresión prenatal: una condición compleja a la que se le debe prestar atención.
No obstante, cuando estas emociones negativas se prolongan en el tiempo, se podría estar ante un caso de depresión prenatal. Quienes están en el entorno próximo de la futura madre deben estar atentos ante ciertas señales, que detallaremos a continuación.
Características de la depresión en el embarazo
Un error común es atribuir el padecimiento de una depresión a personas solitarias, con problemas importantes —económicos, conyugales o de cualquier índole—. Sin embargo, la depresión prenatal es mucho más común de lo que se cree: afecta a 1 de cada 10 mujeres en etapa de gestación.
El principal problema de esta afección, que es mucho más común que otras más conocidas, como la preeclampsia, es que muchas futuras madres sienten vergüenza de confesarlo. Es por eso, justamente, que quienes la rodean deben estar pendientes de su cuidado. Por lo general, la depresión prenatal se produce entre la semana 6 y la semana 10 del embarazo. Asimismo, es frecuente en los últimos 3 meses, cuando el parto está a punto de llegar.
¿Quiénes pueden padecerla?
Existen ciertos indicios que pueden predisponer a una mujer a padecer depresión. Entre los causantes biológicos de la depresión prenatal, ciertos estudios afirman que la presencia de anticuerpos generan una baja de las hormonas tiroideas, las cuales influyen directamente en el estado de ánimo y la energía.
Del mismo modo, se apunta a la acción tranquilizadora de la progesterona: una hormona que durante el embarazo aumenta sus niveles en el organismo. Finalmente, los factores psicológicos también se exponen en la misma investigación. Entre ellos, se incluyen:
- Abusos sexuales en el pasado.
- Maltrato físico o emocional en la infancia o adolescencia.
- Pérdidas recientes o a una edad temprana de la madre, ya sea por fallecimientos o alejamientos físicos.
- Inestabilidad emocional en el presente, causada por diversas situaciones como problemas de pareja.
“La depresión prenatal es mucho más común de lo que se cree: afecta a 1 de cada 10 mujeres en etapa de gestación”
Síntomas de la depresión prenatal
Este problema puede ser algo complicado de detectar, ya que se combinan algunos signos normales del embarazo con otros propios de la depresión prenatal. Por ejemplo, es normal que una mujer experimente cansancio, desgana o problemas para dormir.
No obstante, si estos se combinan con tristeza, episodios de llanto e imposibilidad de disfrutar de actividades que antes sí le gustaban, evidentemente hay un problema que atender. Otros síntomas de este trastorno pueden ser:
- Irritación y mal humor constante.
- Sentimiento de vacío y culpa cada día.
- Deterioro progresivo de las relaciones sociales.
- Sentimientos ambiguos hacia el bebé.
- Ansiedad y ataques de llanto desconsolado sin motivo aparente.
- Pensamientos pesimistas de cara al futuro.
- Dificultad para mantener la concentración.
- Cambios en los hábitos de alimentación, descanso, higiene y hasta laborales, si aún no está de baja.
Además de todo esto, la futura madre puede demostrar falta de interés por la llegada del pequeño, o incluso cierto rechazo a la idea de tener que afrontar un parto.
Consecuencias y tratamiento
La depresión prenatal se relaciona con inconvenientes tales como el parto prematuro o el bajo peso al nacer. El motivo de estas complicaciones son los problemas alimenticios, la mayor tendencia a caer en el abuso de drogas u otras sustancias nocivas y la falta de controles prenatales.
Para la madre, padecer de depresión prenatal aumenta en un 25% las posibilidad de sufrirla también después del parto.
Con respecto al tratamiento, el primer paso —y muy importante— es la detección. Desde allí, se puede proceder a intervenciones psicológicas como el apoyo social a la mujer o toda la familia, terapias con psicólogos o psiquiatras o, directamente, el uso de medicamentos antidepresivos.
Más allá de este tratamiento, es sumamente necesaria la contención del núcleo más cercano a la mujer. Tanto la pareja como la familia deben brindar el apoyo y cariño requeridos para conservar la estabilidad emocional. De hecho, esta es una tarea que a menudo cumplen los profesionales de la salud, quienes tienen contacto directo con la embarazada y son capaces de detectar las anomalías conductuales con mayor perspicacia.
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