Un padre implicado tiene un valor incalculable
Tradicionalmente, la crianza fue considerada una tarea de mujeres. Era de la madre de quien se esperaba que cuidase al niño, que lo acompañase y fomentase su desarrollo físico y emocional. Afortunadamente, cada vez son más los hombres que deciden ejercer la paternidad con verdadero compromiso. Y esto se traduce, irremediablemente, en niños más sanos y felices, pues un padre implicado tiene un valor incalculable.
Esto no pretende ser, en ningún momento, una oda a los progenitores masculinos que deciden ser padres con todas las letras. Pues, finalmente, no están haciendo mas que aquello que les corresponde de forma intrínseca. Aquello que las madres llevan haciendo generación tras generación.
Sin embargo, es necesario resaltar lo beneficioso que resulta para un niño contar con el amor, la atención y el apoyo incondicional de las dos personas que lo trajeron al mundo.
La paternidad se está transformando
Todos hemos sido testigos de cómo, en épocas pasadas, estaba absolutamente normalizado el hecho de que los hombres son proveedores y las mujeres, cuidadoras. Los roles familiares estaban perfectamente definidos y delimitados. Y entre las tareas del padre no se encontraba ayudar a su hijo con los deberes, bañarlo o leerle un cuento antes de dormir. Y, por supuesto, resultaba inimaginable que este se implicase en la vida diaria y el desarrollo emocional de sus vástagos.
El padre solía ser una figura ausente, distante y autoritaria. Aquel que proveía el dinero e impartía disciplina, pero que rara vez ofrecía una presencia continua y afectiva a sus hijos. Las últimas generaciones de padres son un esperanzador ejemplo de cómo está dinámica está comenzando a cambiar. Cada vez son más los hombres que asumen con responsabilidad y entusiasmo su papel en el crecimiento de sus hijos.
Aun así, todavía queda un largo camino por recorrer hasta que el reparto de las tareas domésticas y de crianza se realice de forma equitativa entre ambos miembros de la pareja. Muchos hombres consideran que todo va bien porque “ayudan en casa” o porque son ellos quienes se ocupan de llevar al niño al colegio. Sin embargo, la definición de un padre implicado abarca mucho más allá.
¿Qué es un padre implicado?
Un padre implicado es aquel plenamente consciente de que su labor no es ayudar, ni en la casa ni en la educación de sus hijos, pues tiene la misma responsabilidad que su compañera. Es aquel que se esfuerza cada día por establecer un vínculo significativo con sus pequeños, por hacerles saber que está a su lado para escucharlos, guiarlos y apoyarlos.
Es un hombre que disfruta pasando tiempo con sus hijos, charlando con ellos, conociendo sus gustos y sus miedos. El que desea saber cómo les va en el colegio, quiénes son sus amigos y cómo progresan en sus actividades extraescolares.
Un padre implicado ayuda cada tarde con la tarea escolar, colabora con el pequeño en la elección de su disfraz para carnaval, prepara las meriendas y se sienta en la alfombra para jugar con los más pequeños de la casa.
Y hace todas estas cosas con gusto y por amor. No es necesario que nadie le insista para participar en la vida de sus hijos, pues sus actos surgen desde el deseo de acompañarlos en su crecimiento y disfrutar a su lado. Un padre implicado comprende que la paternidad requiere tiempo, esfuerzo, sacrificios y responsabilidades. Pero, aun así, la ve como un regalo.
Un padre implicado tiene un valor incalculable
Los niños que tienen la fortuna de crecer con uno de estos padres gozan de una mejor salud psicológica y emocional. Desarrollan una autoestima sólida y establecen relaciones sociales con facilidad y seguridad. Son niños que se sienten amados, aceptados y acompañados, y no existe regalo más grande que una infancia con estas características.
Es evidente que la labor de la madre es igualmente importante. Para un niño, sus padres son las dos personas más importantes de su mundo, sus mayores referentes.
Por ello, recibir el amor, la presencia y la implicación de ambos deja en su alma una huella positiva que les acompañará durante el resto de sus vidas. Crecer con un padre distante o ausente emocionalmente puede generar en el niño serias carencias que podrían transformarse en un futuro en inseguridad, infelicidad y necesidad de aprobación.
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