¡No veo la hora de tenerte en mis brazos!

¡No veo la hora de tenerte en mis brazos!
María Alejandra Castro Arbeláez

Revisado y aprobado por la psicóloga María Alejandra Castro Arbeláez.

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 17 abril, 2020

Nueve meses de espera, más de 36 semanas aguardando. Se vuelven una eternidad cuando de ponerse un rostro se trata. Es que, mi hijito adorado, no veo la hora de tenerte en mis brazos. Sueño con ese mágico instante desde el día en que me sorprendió un “positivo”.

No veo la hora de tenerte sobre mi cuerpo ni bien llegado al mundo. Que el calor de tu amor me abrace por primera vez. Entre tus llantos y tus miedos, sentir esa conexión especial por primera vez. No veo la hora de sentir tu aroma, ese olor a vida que embeberá desde ese momento mis días.

Y quiero que llegue el momento tan esperado. Lo ansío, lo anhelo con todas las fuerzas de mi corazón. Necesito verte, constatar que estás bien. Saberte sano, fuerte y comenzar a trabajar para hacerte feliz. Cada uno de tus días, por siempre.

No veo la hora de tenerte a mi lado, mi fiel y eterno compañero de cada jornada. Poniendo color a los paisajes más grises, y música a los más estruendosos días. Belleza y armonía es lo que regalas, paz y alegría es lo que te ofreceré a cambio.

No veo la hora de tenerte cerca para sentirte plenamente

No veo la hora de tenerte cerca, junto a mí. Pues solo quiero sentirte plenamente. Quiero poder abrazarte y llenarte de besos. Repetirte hasta el hartazgo cuánto te he esperado y recordarte a cada instante cómo te amo. Dejar que tomes mis dedos con esas pequeñas y suaves manos.

Ver en ti esa inocencia que perdí. Observarte como ese angelito con alas que llegó para enseñarme a vivir. Que me brinda la posibilidad de volver a la infancia. Disfrutar de frescura y la pureza de tu alma. Sentirme la protectora de ese ser tan indefenso.

En serio ya me veo llorando de la emoción. Embelesada con esa mirada que puede expresarlo todo sin siquiera mediar una sola palabra. Angustiada y desesperada por calmar tu llanto, por saciar cada una de tus necesidades. Básicamente, por ser la mejor madre que hayas podido tener.

Sentirme naturalmente diseñada de forma tan perfecta para ti. Capaz de alimentarte con el fruto de mi seno. Ver esas primeras sonrisas. Ser encargada no solo de dar vida, sino de otorgarle una forma. Conformar personalidades, edificar en el presente para terminar de construir en el futuro.

No veo la hora de tenerte para disfrutar a cada segundo de la suavidad única que exhibe tu piel. De enamorarme cada día más de esos cachetes regordetes que son mi pasión. Charlar y cantarte todo el tiempo, contarte cómo ansié esos momentos compartidos. Simplemente, llenar las horas con el más profundo y sincero amor de una madre devota.

No veo la hora de tenerte mientras creces

No veo la hora de tenerte bien pegado mientras creces. De sorprenderme ante tus primeros gorjeos y estallar de felicidad con las primeras palabras. Morir con ese primer “mamá”, volver a la vida en cada “te amo”. Escucharte entonar las primeras melodías.

Sentir la ternura y dulzura de tu voz, reír hasta el hartazgo con cada una de tus ocurrencias. Dar un primer paso hacia las papillas y purés. Ir probando de a poco diversos sabores, dejando atrás tu mejor alimento y nuestro mejor medio de vinculación.

Con nostalgia sentir que intercalarás mis brazos con cualquier tipo de desplazamiento. El raudo gateo, reemplazado rápidamente por esos primeros alocados e inestables pasitos. Las maratones para calzar y vestir esa personalidad inocentemente ‘nudista’.

El abandono del pañal para valerte cada vez más por ti mismo. Ese doloroso pero gratificante paso a la consecución de autonomía e independencia. Las adaptaciones al jardín de infantes, la separación propia de la escuela. Las meriendas y dibujitos compartidos.

Llegando así hasta los desdichados deberes y sus primeros amiguitos. Hasta desembocar en esa noticia que nos hiela la sangre. Claramente, la llegada del primer gran amor. Todo lo que deseo vivir con ardor, disfrutando cada avance, cada logro.

Hijo, apúrate, que no veo la hora de tenerte en mis brazos. Pues solo así podremos comenzar a escribir esta gran aventura de a dos. Solo de ese modo empezarán a llenarse las entrañables páginas de nuestro anecdotario con la miel de esta nueva vida que en instantes se encenderá.


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