La lactancia materna es un fenómeno natural y dinámico, que se establece entre una mamá que produce la leche y un bebé que se esfuerza por conseguirla. A pesar de lo que muchos creen, no es sencilla ni infalible. Pero una vez que se establece de la forma correcta, fluye como si ambos lo hubiesen hecho toda la vida.
El instinto es un gran aliado para las madres que amamantan y las guía de una manera sorprendente desde el comienzo. No solo con aquello que sale sin pensarlo, sino también con aquello que genera dificultades.
Pero además de instinto es necesario contar con el apoyo del entorno y el acompañamiento de los profesionales, ya que se necesita mucho más que un humano para nutrir a un niño que acaba de nacer. Se necesita de una sociedad entera.
En línea con esto, es importante conocer de antemano algunas “piedras” del largo camino de la lactancia, porque el conocimiento permite tomar decisiones conscientes y de seguro, más acertadas.
Por este motivo, hoy queremos hablarte de la falsa creencia de la producción insuficiente de leche, para que no te veas obligada a destetar antes de lo que tú y tu bebé desean.
En la lactancia, no todo es color de rosa
Seguramente, hayas presenciado varias situaciones en las cuales una mujer le da el pecho a su bebé y es probable que tu atención se haya detenido en la mirada amorosa, en la ternura y en la paz mutua de ese momento. ¿Verdad?
Esta idea es la que ronda en el imaginario colectivo, pues la lactancia materna es uno de los mayores actos de amor que una madre puede brindarle a su hijo.
Pero no todo es color de rosa y a pesar de las buenas intenciones, los deseos y el amor que se sienta, amamantar puede ser algo muy difícil de alcanzar e incluso, a veces no logra prosperar.
Para llegar a ese momento de paz las madres luchan día y noche, con un niño hambriento en brazos, con dos pechos doloridos y un sinfín de emociones encontradas del puerperio. Y cuando creen haber dominado a las bestias, la odisea vuelve a comenzar…
Las crisis o baches de lactancia
Cuando da la impresión de que el niño está a gusto con la teta y la madre empieza a sentir la confianza para seguir adelante, el camino se torna sinuoso una vez más. Pero esto no ocurre por mala suerte o por haber cometido algún error, sino por la propia biología humana.
Aproximadamente a las 3 semanas de vida del bebé, la lactancia se estabiliza. Es decir, los pechos de la madre dejan de producir leche en exceso y empiezan a ajustarse a las necesidades del niño. A su vez, el niño comienza a dominar la lactada y es capaz de regular el flujo de alimento según las circunstancias.
En esta etapa, también ocurre el primer “estirón” o brote de crecimiento del bebé, el cual exige conseguir una mayor cantidad de alimento para satisfacer las necesidades del organismo en desarrollo. Y la mejor manera de lograrlo, es a través de la estimulación enérgica y sostenida de la glándula mamaria.
Durante unos días, el niño impresiona estar hambriento todo el tiempo y la madre interpreta que su leche no le alcanza. Esto genera un estado de crisis en la lactancia, también conocida como bache de la lactancia.
A raíz de esta falsa idea de escasa producción de leche materna, muchas familias optan por recurrir al biberón, lo cual resulta contraproducente para el éxito de la lactancia.
Es importante saber que estas crisis duran tan solo unos días, pero se repiten cada mes o mes y medio a lo largo del primer semestre de vida del bebé.
La producción de la leche materna está íntimamente relacionada a la succión del bebé
Como dijimos al principio, la lactancia es un proceso dinámico que se establece a partir de la interacción entre el bebé y su mamá. Por este motivo es fundamental tener en cuenta la siguiente premisa:
Sin hambre, no hay estímulo. Sin estímulo, no hay producción.
Ante las crisis de lactancia, muchas madres se sienten sobrepasadas y recurren a lo que creen que es mejor para su bebé. Por otro lado, la falta de descanso, la mala alimentación e hidratación de la madre y el hecho de tener un bebé que la demanda constantemente, también afectan a su habilidad para amamantar.
Debemos saber que, en este contexto, el biberón puede no ser la solución que todos suponen. Esto es porque cuando el niño se sacia con él, ya no tiene la necesidad de estimular el pecho de su madre para lograr su cometido: adecuar la producción de leche materna.
De esta forma, la glándula mamaria pierde el estímulo necesario para aumentar la producción y satisfacer las nuevas demandas del bebé. En consecuencia, se produce una interferencia en la lactancia capaz de favorecer el destete precoz.
El destete es una elección personal de la madre, de su bebé o de ambos y nadie ajeno a ellos debería interferir en la decisión. No obstante, es importante brindarle a la madre y a su familia la información necesaria para elegir uno u otro camino de forma consciente.
La lactancia puede resultar muy difícil de lograr sin el acompañamiento necesario. Por lo tanto, si tienes dificultades para hacerlo sola, es importante que pidas ayuda a algún profesional capacitado en el tema. Así mismo, busca apoyo entre las personas de tu entorno, para atravesar cada etapa de tu maternidad de la mejor manera posible.
Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.
El contenido de Eres Mamá es solo para fines educativos e informativos. En ningún momento sustituye el diagnóstico, el consejo o el tratamiento de un profesional. Ante cualquier duda, es recomendable la consulta con un especialista de confianza.