No hagas al resto lo que no quieres que te hagan a ti

No hagas al resto lo que no quieres que te hagan a ti. Se trata de un consejo simple pero que todos deberíamos tener presente. Repasamos su profundo significado.
No hagas al resto lo que no quieres que te hagan a ti
María Alejandra Castro Arbeláez

Revisado y aprobado por la psicóloga María Alejandra Castro Arbeláez.

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 14 enero, 2022

“No hagas al resto lo que no quieres que te hagan a ti” es una frase que nos inculcaron desde que tenemos uso de razón. Algunos dicen que quien la dijo por primera vez fue Confucio; otros, que está en un versículo de la Biblia. Lo cierto es que de esta frase nace una regla de oro, de la que se desprenden códigos morales, éticos y legales.

Incluso, los derechos humanos la tomaron para actuar de acuerdo con sus principios. Algunos ven como algo superficial la regla de no hacer al resto lo que no quieres que te hagan, pero esta se fundamenta, básicamente, en el respeto hacia el otro.

¿Aplicamos esta teoría en nuestra vida diaria?

Si nos hiciéramos una pregunta como esta sin mirar atrás, contestaríamos de forma positiva. No obstante, cuando meditamos un poco sobre lo que realmente significa y valoramos objetivamente nuestra forma de actuar, nos damos cuenta de que a menudo hacemos todo lo contrario.

Un caso particular se da cuando estamos en una fila muy larga y tenemos el tiempo contado, pero alguien de adelante se descuida y nos pasamos a su puesto; resolvemos así nuestra escasez de tiempo sin importar el respeto y el derecho de quien estaba en ese puesto. En este ejemplo vemos algo que, de ser nosotros los afectados, lo reprocharíamos y hasta criticaríamos airadamente.

Lamentablemente, esto se ha convertido en una conducta repetitiva y normal entre las personas. Con nuestras acciones, casi siempre tratamos de sobrepasar los derechos, valores y sentimientos del otro; como consecuencia, terminamos haciendo lo que no nos gusta que nos hagan.

La violencia es otra acción a evitar para no hacer lo que no quieres que te hagan.

No hacer lo que no quieres que te hagan: una cuestión de respeto

¿Qué es el respeto? El respeto es un valor que debemos cultivar desde el núcleo familiar y que se debe inculcar en los niños. Aparece —o al menos debería— constantemente en nuestra relación con la sociedad.

Pasa por tener consideración con el prójimo y se hace necesario para tener una convivencia sana entre los ciudadanos; permite que exista armonía en la sociedad.

Lamentablemente, eso se está perdiendo a causa de la descomposición moral que día a día crece. Todo por querer poner nuestros intereses por encima de otros; esto se ve reflejado desde las grandes élites hasta los más bajos estratos sociales.

“Algunos ven como algo superficial la regla de no hacer al resto lo que no quieres que te hagan, pero esta se fundamenta, básicamente, en el respeto hacia el otro”

¿Podemos vivir en una sociedad donde no prevalezca el respeto?

Dándole valor a los sentimientos de los demás y teniendo empatía, nos convertiremos en mejores personas. También crearemos un clima armonioso y la vida cotidiana tendrá un color más agradable y amable.

Por el contrario, si actuamos de forma opuesta, estaremos fomentando el desconocimiento por el prójimo y la discordia y dejando sembrado el abuso, el irrespeto y la anarquía. De este modo no podríamos convivir, o peor aún, sobrevivir.

El mejor ejemplo de una sociedad en crecimiento se produce cuando en ella se manifiesta el respeto comenzando por uno mismo y reflejándolo en el otro. Así se crea una humanidad equitativa, noble, solidaria y fuerte; eso se convertirá en nuestra bandera de sentido ético y de pertenencia.

Burlarse de los demás está dentro de la regla de no hacer lo que no quieres que te hagan.

¿Cómo puedes hacerlo?

Cada uno debe aportar un granito de arena para mejorar la sociedad en la que vivimos. Si tenemos consideración por el otro, ese otro la tendrá por nosotros. Se formará entonces un clima de tolerancia y aceptación y lograríamos un mundo mejor. Juntos, podemos hacer de nuestro entorno algo más que el simple medio de vida.

Podemos hacer del mundo un espacio de disfrute; es hora de aprovechar el tiempo para cultivar los valores que desde pequeños nos inculcaron, empezando por respetar a todas las personas. Debemos comenzar por valorar a quien está a nuestro lado y a quien se nos cruza en el camino todos los días. Con respeto, podemos manejar las diferencias e incluso aprender algo del otro.

Bases para la edificación de un ambiente familiar y social armónico

  • Importancia de las pautas positivas. La familia es el primer grupo social con el que el niño interacciona. Sus primeras pautas estarán signadas por el afecto y llegará a ser como los demás lo ven.
  • El niño aprende por imitación. En la familia el niño experimenta los valores. La mentira, la comprensión, la tolerancia, encontrarán reclamo, enmienda y alimento en el seno familiar.
  • En la familia se forja la subjetividad. Los padres y los miembros todos del hogar han de fomentar la seguridad, la confianza, el crecimiento interior. El afecto, los abrazos, la expansión de la intimidad como expresión del ser, deben ser fomentados y protegidos. La rabia, la frustración son también sentimientos que no deben ser ocultados ni reprimidos, antes bien, expuestos de manera sabia y responsable para ser canalizados.
  • Consolar y aconsejar, primero que censurar.
  • El respeto a los espacios personales. Los hijos no son copias de los padres. Son personas y tienen todo el derecho a ser diferentes. A crecer a su ritmo y en su propia dirección. La familia ha de ayudar a forjar la identidad y la escala de valoración personal.
  • El respeto es una construcción recíproca. Estimular, aupar, sostener y abrazar, tanto en el éxito como en los reveses.

La comunicación es primordial

  • Distribuir tareas y responsabilidades. Una vez comunicadas y consensuadas, cada miembro de la familia debe saber y conocer qué tareas tiene en el plan de construcción de la armonía y el bienestar familiar. En un escenario compartido, todos aportan.
  • Todos cuentan y todos opinan. Nadie tiene derecho a solapar los pareceres del otro por mera imposición de criterios no explicados. Si no tenemos tiempo ni paciencia para explicitar o hacer el ejercicio de comprender al otro, tomémonos un tiempo para callar, reflexionar y volver sobre nuestros pasos, dispuestos a dar y a escuchar, antes que a hablar.
  • Sermonear es tan nocivo como castigar.
  • Cuidar las palabras. Decimos no solo con las palabras sino con los gestos y los silencios. La impulsividad es mala consejera. Si estamos en apuros o estresados, antes de llevar esos sentimientos a la familia, busquemos en nuestro interior un espacio de paz y desde ahí, miremos a nuestro alrededor. Seguro será mejor esperar a que las aguas se calmen.
  • En todo y en cualquier situación predicar con el ejemplo.
  • Empatizar. Ponerse en el lugar del otro.
  • Reconocer los errores.

Finalmente…

Hay que tener presente que nosotros y solo nosotros somos los responsables de crear un ambiente sano para la vida y la convivencia. Pero sobre todo, es muy importante inculcar los valores correctos en nuestros hijos.

Si lo hacemos, en el futuro serán ciudadanos funcionales en la sociedad, que trabajan por hacer un mundo mejor. Recuerda: “No hagas al resto lo que no quieras que te hagan a ti”. Se trata de una expresión que debe convertirse en una verdadera filosofía de vida.


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