Mitos sobre el TDAH que pueden dañar a la familia

¿Conoces los mitos más comunes sobre el TDAH? A continuación mencionamos algunos.
Mitos sobre el TDAH que pueden dañar a la familia
Ana Couñago

Revisado y aprobado por la psicóloga Ana Couñago.

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 24 febrero, 2020

Una familia unida puede verse afectada tan solo con que uno de sus integrantes tenga un problema. Por ejemplo, el hecho de que uno de los hijos presente Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad, supone un reto para toda la familia. Sin embargo, en estos casos el problema más grande no suele ser el trastorno en sí, sino los mitos que existen sobre el TDAH y su implicación en la vida social de quien lo padece.

En general el TDAH se manifiesta en la infancia, pero desgraciadamente un gran porcentaje de los niños que lo presentan no son diagnosticados correctamente. De igual manera, son muchas las veces que el padecimiento se trata como malcriadez, falta de atención de los padres o elementos propios de la personalidad del pequeño.

En particular, aquellos mitos derivados de la presencia del TDAH en la infancia, pueden provocar serios daños a la familia, pues el problema comienza a tratarse de manera errónea y en consecuencia nunca se supera adecuadamente.

Falsas creencias sobre el TDAH que afectan a la familia

Dejarnos llevar por falsas creencias sobre este serio problema puede provocar consecuencias no deseadas en la familia, pues nos podemos formar una idea diferente y muy equivocada sobre lo que está pasando en realidad.

En tal sentido, lo principal a tener en cuenta es que nunca está de más consultar a los expertos y tratar de sincerarnos con nosotros mismos sobre la importancia de la situación. Intervenir oportunamente puede prevenir que los síntomas del trastorno sean más complejos y que las consecuencias sean permanentes.

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Los 4 mitos más comunes sobre el TDAH

1. El TDAH no existe

Muchas personas aseguran que Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad ni siquiera es un trastorno; sino que se trata de una invención de tipo comercial para apoyar el consumo de ciertos productos farmacológicos y la generación de consultas médicas en torno a esto.

No obstante, este padecimiento está documentado desde el siglo XIX y en los años siguientes, ya se había vinculado con alteraciones en el cerebro. Es un problema que puede llegar a variar según sus síntomas, de acuerdo a la cultura del paciente y cuando no es tratado, puede ser causa de la falta desarrollo profesional, propensión al consumo de drogas, pobreza y exclusión.

2. El TDAH se cura con el tiempo

No se trata de un rasgo propio de cierta edad que termina evolucionando favorablemente. Es decir, no se cura, como muchos creen, en la adolescencia o en la edad adulta.

Esta creencia errónea quizá se fundamenta en que los síntomas de este padecimiento suelen disminuir con el tiempo, llegando a ser casi imperceptibles. Esto sucede porque mientras el individuo madura, puede controlarse y canalizar sus impulsos de otra manera. Además, el tratamiento oportuno permite mejores probabilidades de sana convivencia.

3. No es TDAH, es malcriadez

Por lo general los síntomas del niño que sufre TDAH son imposibles de controlar por este, además representan una inquietud muy característica de la edad. Por lo tanto, muchas veces se relaciona dicho comportamiento con el resultado de una educación deficiente o de poco control por parte de los padres.

Sin embargo, los impulsos que se generan a nivel neurológico forman parte de las condiciones del trastorno, por lo cual no son voluntarias. Aunque se sabe que puede existir cierta carga genética, el TDAH no es culpa de los padres y tampoco es causa de la mala crianza.

Por otro lado, es posible que por falta de claridad en el establecimiento de reglas, la ausencia de tratamiento o haber sufrido una experiencia traumática en la familia, pueda agravar la manifestación de los síntomas.

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4. El TDAH no afecta a las niñas

Este trastorno puede afectar tanto a niños como a niñas, solo que los síntomas son distintos en ambos casos. En este particular, los síntomas de los niños son más preocupantes, por eso son de fácil detección y requieren mayor atención.

En las niñas el padecimiento es semejante a cuadros depresivos, que muchas veces no logran afectar su rendimiento académico y en la mayoría de los casos no son diagnosticados. Mientras que en los varones, el comportamiento negativo implica la intervención sea haya diagnosticado o no la enfermedad.

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