Los peligros de la deshidratación infantil

La deshidratación es una condición frecuente y potencialmente grave. Por eso, es importante conocer cómo se presenta y tratarla de manera oportuna. Te contamos todo al respecto.
Los peligros de la deshidratación infantil
Marcela Alejandra Caffulli

Revisado y aprobado por la pediatra Marcela Alejandra Caffulli.

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 26 octubre, 2022

Cuidar de un niño no es tarea sencilla, porque debemos estar atentos a millones de factores que pueden afectar su bienestar. Y entre los múltiples cuidados que debemos ofrecerles, asegurar una ingesta suficiente de agua todos los días es fundamental. No solo para limpiar el organismo de desechos tóxicos, sino también para evitar la deshidratación.

Algunas personas sostienen el mito de que para hidratarse basta con beber agua ante la sed. Pero lo cierto es que el cuerpo envía este mensaje cuando estamos “un poco retrasados” con el aporte y esta demora puede tener un impacto perjudicial en la salud. Sobre todo en la de los niños.

A continuación te vamos a contar por qué debes duplicar los esfuerzos para prevenir que tus hijos se deshidraten.

¿Qué es la deshidratación?

La deshidratación es un cuadro clínico que se caracteriza por la falta de líquido y de electrolitos en el organismo. Estos últimos elementos son el sodio, el potasio y el cloro, entre muchos otros. Se llega a esta condición de tres maneras principales:

  1. Por una falta de aporte de agua y electrolitos.
  2. Por una pérdida excesiva de dichos elementos.
  3. Como resultado de una combinación de ambos mecanismos.

Es decir, nos deshidratamos cuando nos desfasamos en el equilibrio entre el aporte y la pérdida de líquidos.

La ingesta insuficiente de agua es muy común entre los niños, sobre todo porque no han adquirido el hábito y porque tienen un acceso restringido a ella. Es decir, dependen de un adulto que se la ofrezca y no siempre tienen las habilidades para demandarla.

Las pérdidas excesivas son aquellas que se producen a un ritmo mayor que el de la reposición. Por ejemplo, cuando existen vómitos, diarrea o fiebre. También cuando transpiramos en exceso tras una actividad física intensa y no bebemos suficiente agua.

Niño bebiendo agua al aire libre.
Inculcarles a los niños el hábito de beber agua regularmente es la mejor estrategia para prevenir la deshidratación y sus complicaciones.

Los niños son más propensos a deshidratarse que los adultos

Si bien los mecanismos que acabamos de mencionar aplican para cualquier edad, hay que destacar que los bebés y los niños pequeños son más propensos a sufrir una deshidratación. Existen algunos motivos para sostener tal afirmación:

  • Presentan mayor porcentaje de agua corporal total (ACT) que los adultos (entre un 70 y un 80 % del cuerpo es agua).
  • La proporción entre su superficie cutánea y su peso es también mayor. Esto implica que tienen más “espacio” a través del cual perder agua.
  • Disponen de mecanismos compensadores de la pérdida menos eficientes. El riñón no sabe “ahorrar” del todo el agua y la sed es una sensación que todavía no se domina.
  • Se enferman con mayor frecuencia, pues sus defensas son más bajas. Esto los vuelve vulnerables a los gérmenes gastrointestinales.

Por todo esto, la deshidratación es un cuadro clínico frecuente en la primera infancia y se estima que un 90 % de los casos ocurren en los niños menores de 18 meses.

Causas de la deshidratación en bebés y en niños

La deshidratación se produce por causas diversas, pero las infecciones gastrointestinales (gastroenteritis) encabezan la lista por su alta frecuencia. Además de las gastroenteritis, mencionamos otros motivos comunes que dan lugar a esta condición:

  • Lactancia materna mal establecida (que condiciona a un aporte insuficiente).
  • Ayuno prolongado (por ejemplo, por dolor en la boca o en la garganta).
  • Trastornos en la absorción intestinal (enfermedades inflamatorias, sindromes malabsortivos, obstrucciones).
  • Enfermedades renales.
  • Lesiones extensas de la barrera cutánea (como quemaduras).
  • Calor excesivo o transpiración intensa (golpes de calor, fiebre, ejercicio extenuante).
  • Enfermedades endocrinológicas (como diabetes mellitus).
  • Aumento de la frecuencia respiratoria (por ejemplo, en una bronquiolitis o una neumonía).
  • Fibrosis quística.
  • Intoxicaciones y envenenamientos.

Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el rotavirus es la causa más frecuente de diarrea en los niños menores de cinco años a nivel mundial. Y esta, a su vez, es la principal causa de deshidratación en bebés y niños pequeños.



¿Qué riesgos conlleva la deshidratación en los niños?

El cuerpo de los bebés y de los niños está compuesto, fundamentalmente, de agua. Este fluido no solo se encuentra en la sangre, sino que forma parte de todas las células y tejidos del organismo. Y se distribuye dentro de él de una forma equilibrada.

Necesitamos agua y electrolitos para llevar a cabo cualquier función. Las células trabajan y se comunican entre sí a través del flujo de estas sustancias por sus paredes.

A su vez, el agua favorece al transporte de nutrientes y de oxígeno hacia todas las estructuras del cuerpo. Y también recoge los desechos y los lleva hacia los órganos encargados de liberarlos: el hígado, los pulmones y los riñones.

Por todo esto, cuando nos deshidratamos el cuerpo empieza a trabajar mal. En un principio, “enciende” mecanismos compensatorios (dejar de orinar, el corazón late más rápido y aparece la sed). Pero al cabo de un tiempo, estas estrategias de supervivencia se agotan y se pone en riesgo la salud de todo el organismo.

Si la deshidratación avanza y no se logra compensar el déficit, el cuerpo enferma y esta condición puede ser mortal.

¿Cómo reconocer la deshidratación infantil y qué hacer?

Ahora que ya sabes cómo puede deshidratarse tu niño, seguramente pongas más énfasis en mejorar la ingesta de agua y prevenir esta condición. No obstante, vamos a enseñarte cuáles son las señales de deshidratación y cómo actuar frente a cada escenario.

Deshidratación leve

En general, este grado de pérdida se conoce como no detectable clínicamente, porque sus manifestaciones son sutiles e inespecíficas. Es decir, que tu niño no mostrará cambios notables, pero será preciso tener en cuenta el contexto (si está enfermo, hace calor o transpiró mucho) y reponer agua, aún sin que te lo demande.

Los indicios sugestivos son los siguientes:

  • Pulso levemente acelerado.
  • Boca y labios secos.
  • Sed leve o ausente.
  • Disminución de la micción. También, orinas más oscuras y olorosas.

En estos casos, se estima que la pérdida de agua corporal total (ACT) es menor al 3-5 % y se recomienda reponer líquidos por boca en las cantidades necesarias, según la causa desencadenante. No es lo mismo hidratar a un niño sano en un día caluroso que a un niño que está con vómitos y rechaza la ingesta.

Para estos casos, lo mejor es optar por las sales de rehidratación oral comerciales, que contienen la dosis justa de agua y de electrolitos. En el caso de no contar con ellas, se pueden preparar limonadas alcalinas o caldos.

Se desaconseja el uso de gaseosas o bebidas deportivas para reponer las pérdidas de líquido en los niños.

Cabe destacar que cuando el bebé se alimenta con leche materna exclusivamente hay que reforzar las tomas. Pero no se recomienda administrar nada más, salvo que el médico lo indique.



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La terapia de rehidratación endovenosa es la alternativa para los casos de deshidratación grave y para aquellos que no respondan adecuadamente a la terapia oral.

Deshidratación clínica

En este caso, tu hijo mostrará señales de falta de agua y deberás conocer bien ante cuáles consultar de inmediato a la emergencia. Recuerda que los pequeños pierden agua muy rápidamente y no siempre esperar es una buena opción.

Cuando los infantes pierden más del 6 % del ACT, todo su organismo se altera y esto se pone de manifiesto en tres aspectos fundamentales: la apariencia, el trabajo respiratorio y la circulación. 

De esta forma, es posible que ante la presencia de estas señales tu hijo esté francamente deshidratado:

  • No tiene energía, juega menos, duerme más.
  • Su piel luce más apagada y reseca.
  • Está más irritable y, cuando llora, no le salen lágrimas.
  • Su pulso está acelerado, al igual que sus respiraciones.
  • Pasa más de seis horas sin orinar.
  • En el caso de los bebés, la fontanela luce más deprimida.

En estos casos, la rehidratación debe iniciar cuanto antes y debes seguir las estrategias correctas que tu médico o enfermera te brindarán.

Si bien a veces el tratamiento puede hacerse en casa, deberás estar atenta a la evolución, seguir al pie de la letra las pautas y observar si se presenta alguna de las siguientes banderas rojas:

  • El niño está aletargado y sus respuestas son lentas.
  • Está extremadamente irritable.
  • Se siente mareado.
  • Luce en mal estado general.
  • Su piel luce pálida, moteada o con puntos rojos intensos (petequias).
  • Sus manos y pies están más fríos que el resto del cuerpo.
  • Su corazón está muy acelerado, pero su pulso es débil y su presión más baja de lo habitual.
  • Los ojos están hundidos.

Si detectas cualquiera de estas señales, concurre a la central de emergencias cuanto antes.

Acerca de la importancia de beber agua

Enseñarle a los niños a beber agua desde pequeños es una responsabilidad de los padres. Esta bebida es óptima tanto en el contexto de salud como de enfermedad y debe primar ante los jugos y bebidas carbonatadas.

Por eso, no dejes de inculcar el hábito en tus hijos desde el primer día y se tu también su mejor ejemplo.


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