La convulsión febril: cómo actuar
Desafortunadamente siendo mamás tenemos que enfrentarnos a situaciones difíciles que afectan la salud de nuestros bebés. Una de las más temidas es la convulsión febril, en la que el cuerpo del niño empieza a temblar sin razones aparentes, es decir, empiezan a convulsionar por un período determinado.
Bajo estas circunstancias, es normal preocuparse por la integridad física de nuestro hijo, pero, la buena noticia es que este cuadro clínico se considera benigno. Por supuesto, no estamos preparados para vivir esta experiencia y, por eso, el miedo no tarda en llegar; sin embargo, es importante entender este fenómeno, para saber qué hacer.
La convulsión febril es considerada benigna
Ahora bien, debemos explicar lo que realmente es una convulsión, aunque hayamos escuchado ese término antes. Esta complicación se trata de un cambio repentino en el organismo, causado por una serie de impulsos eléctricos en el cerebro que no tienen explicación.
Por lo general, se producen unas contracciones de los miembros del cuerpo con lapsos breves de relajación; o, quizás, una extrema rigidez o relajación, que dan la impresión de que estuviera sufriendo una parálisis. Las convulsiones que más asustan son aquellas que alteran todo el cuerpo, pero también puedes verlos con la mirada perdida por unos segundos.
¿De qué se trata la convulsión febril?
Ahora que ya sabemos bien qué son las convulsiones y cómo ocurren, podemos entender mejor la convulsión febril. En este caso, la causa principal que ocasiona este problema es la fiebre que, generalmente, afecta a tres o cuatro pequeñitos de cada cien.
Este episodio se puede presentar desde los nueve meses, hasta que cumplen los cinco añitos. Después de esta edad, no es muy común que suceda; y se estima que solo el 50% de los niños que ya lo vivieron, no lo volverá a sufrir más nunca en su vida.
Pero, ¿qué pasa en el organismo con exactitud? La temperatura empieza a elevarse de tal forma, que llega a ser demasiado alta para un chiquitín, o se eleva de forma repentina y su cuerpo no está preparado para tolerar este cambio. Respecto al último caso, no hace falta que llegue a niveles altísimos, solo que suba con rapidez.
La convulsión febril ocurre a partir de los nueve meses, hasta los cinco años
Ahora bien, tenemos que aclarar que la intensidad de las convulsiones varía, por lo que el bebé solo podría presentar los ojos en blanco o rigidez en algunos de los miembros o con otros síntomas más graves como una convulsión que afecta a todo el cuerpo y se agita completamente.
Este momento se complica cuando empiezan a gemir, vomitan, se muerden la lengua, dejan de respirar y cambia su color. Aquí deberás evitar que se haga daño con objetos del entorno y tomarlo entre tus brazos para transmitirle todo tu amor. Llama de inmediato a tu pediatra y ve al hospital cercano.
Tras estos episodios, el niño pasará por un estado de somnolencia conocido como estado pos crítico, en el que queda agotado y confundido.
¿Cómo actuar?
La impotencia y la confusión nos dejan sin saber qué hacer, mientras vemos cómo nuestro angelito se agita descontroladamente. La mala noticia es que poco podemos hacer para evitar este escenario y lo que nos queda es evitar que se hagan daño con otros elementos. Asimismo, tienes que tener en cuenta estos consejos:
- No lo dejes solo ni un segundo.
- No trates de detener sus movimientos, porque podrías causarle una lesión.
- Quítale cualquier prenda que les apriete, sobre todo, en el área del cuello.
- Retira cualquier mueble con el que se puedan tropezar.
- No introduzcas tu dedo en su boca, ya que te podría morder sin lograr nada.
- No pongas ningún elemento entre sus dientes para evitar que se traguen la lengua o se muerda, porque aumenta el riesgo de otros peligros.
- Si ha vomitado, tiene saliva en su boca o si la lengua obstaculiza la respiración, ponle de lado.
- Si dura varios minutos, no dudes en ir a un hospital, donde buscarán la causa de la fiebre con exámenes especializados, para descartar otras enfermedades graves como la meningitis.
Los padres nunca desearemos que le ocurra nada malo a nuestros retoñitos; pero, en esas situaciones que se nos escapan de las manos, lo mejor que podemos hacer es estar preparados y darles todo el amor que necesiten. Confía en tus instintos y protégelo siempre en tu regazo.