Cómo afecta el estrés al comportamiento de los niños
Cuando los adultos nos sentimos estresados solemos mostrarnos más irritables e impacientes con quienes nos rodean. Y es que nos cuesta lidiar con esas situaciones que nos exigen más de lo que podemos dar. Sin embargo, cuando es un menor quien atraviesa por estos períodos, es común que se le tilde de maleducado, en lugar de ofrecerle la comprensión y el apoyo que necesita. Por eso, te contamos cómo afecta el estrés al comportamiento de los niños.
No se trata de justificar toda mala conducta con base en este estado emocional de tensión. Es importante que los menores sepan que existen ciertas normas que han de cumplirse con independencia de cómo nos sentimos. Estar estresados no nos permite, por ejemplo, agredir verbalmente a otros.
El estrés infantil
Podemos llegar a pensar que los niños no sufren estrés, que sus obligaciones son mínimas y que cuentan con la flexibilidad suficiente para afrontar los cambios. Y es cierto que son capaces de adaptarse a situaciones diversas, pero esto no les exime de experimentar tensión o ansiedad. Tengamos que en cuenta que el estrés surge cuando las demandas del medio exceden las capacidades que tiene la persona para hacerles frente.
El estrés infantil puede provenir de un hecho puntual que supone un cambio drástico en la vida del niño. Por ejemplo, una mudanza, un divorcio, la muerte de un familiar o la llegada de un hermano. Pero también puede ser el resultado de unas condiciones sostenidas que resultan demasiado exigentes. Esto puede ocurrir durante la época de exámenes o si tienen una agenda excesivamente cargada de actividades a diario.
Conoce cómo afecta el estrés al comportamiento de los niños
Los menores pueden no ser capaces de identificar lo que sienten. Por ello, generalmente lo expresan a través de los cambios en su comportamiento. Los más pequeños pueden mostrarse más inquietos e irascibles. En cambio, los más grandes pueden tener actitudes desafiantes en el hogar y actuar con rebeldía y oposición a sus padres. También, el rendimiento escolar puede verse perjudicado o los menores pueden implicarse en conflictos con sus compañeros o profesores.
Los anteriores se denominan síntomas externalizantes, ya que los cambios en la conducta son visibles y suelen resultar molestos o disruptivos. Por lo mismo, son los más sencillos de identificar por parte de los adultos. No obstante, algunos niños manifiestan los denominados síntomas internalizantes, en los cuales el malestar se refleja en forma de preocupación, temor, inseguridad y tristeza. Estos pequeños pueden mostrarse retraídos y dependientes en respuesta al estrés que experimentan.
¿Cómo ayudar a los niños a gestionar el estrés?
Al comprobar cómo afecta el estrés al comportamiento de los niños, el primer instinto suele ser tratar de erradicar estas conductas inadecuadas. Sin embargo, el verdadero objetivo consiste en ayudar al menor con su gestión emocional. Para ello, pueden tomarse las siguientes medidas:
- Reduce el estrés objetivo cuando sea posible. Si el niño se enfrenta a la muerte de un familiar, desafortunadamente, no hay forma de alterar lo que ocurrió. Sin embargo, si la causa del estrés es una agenda demasiado apretada, eliminar algunas actividades y dejar tiempo al juego libre puede ser muy beneficioso.
- Habla con tu hijo de forma frecuente. Muéstrate disponible para escucharlo o realiza preguntas abiertas que le permitan expresar cómo se siente ante lo que sucede. Ayúdale a entender sus emociones, a ponerles nombre y a comprender cómo le afectan.
- Proporciónale estrategias para regular el estrés. El juego libre, el ejercicio físico o las actividades artísticas pueden ser una buena forma de canalizar la tensión interior. Del mismo modo, las técnicas de relajación o el mindfulness pueden ayudarlo. Probad a practicarlas en familia.
Busca ayuda profesional
En definitiva, cuando el estrés afecte al comportamiento de tu hijo, recuerda la importancia de condenar las conductas, pero no a la persona. El amor hacia él ha de ser incondicional y el trabajo debe encaminarse a ayudarle a manejar esas emociones desbordantes.
Si sientes que es un trabajo que no podéis realizar únicamente en la familia, no dudes en buscar ayuda profesional. Un psicólogo infantil puede proporcionaros pautas para ayudar al niño y acompañarlo en la adquisición de nuevas herramientas.
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