La diferencia entre castigo y consecuencia

¿Prefieres un estilo de crianza tradicional o quieres innovar? Identifica en qué consisten los castigos y las consecuencias.
La diferencia entre castigo y consecuencia
Marisol Rendón Manrique

Escrito y verificado por la licenciada en preescolar Marisol Rendón Manrique.

Última actualización: 06 febrero, 2022

Los niños ponen a prueba límites y rompen las reglas. Esto forma parte de su experiencia de aprendizaje. Por otra parte, nosotros, como padres, podemos elegir cómo reaccionar ante cada situación para educar a nuestros hijos. Esta es la importancia del castigo y la consecuencia.

Ante los retos de la vida diaria es importante conservar la calma y actuar como el adulto que eres. No dejarte vencer por impulsos y la emoción negativa del momento, y evitar la confrontación insana.

¿Y por qué? porque así evitaremos lastimar a nuestros hijos y distanciarlos de nosotros. En los momentos de dificultad es cuando es más necesario que nunca detenerse, pensar y colocar en la balanza nuestros métodos educativos.

Cabe destacar lo que el doctor Alberto Soler explica a continuación acerca de los métodos más retrógrados y perjudiciales:

”Un modo de transmitir disciplina a los niños es mediante premios y castigos que son los métodos en los que, la mayoría de los padres de hoy, fueron educados y los que más frecuentemente se emplea con el objetivo de lograr buenas conductas. No obstante, los métodos basados en premios y castigos no están exentos de numerosas desventajas”.

La diferencia entre castigo y consecuencia.

Respeto a la autoridad: castigo y consecuencia

El castigo

Los castigos siempre causan, cuando menos, incomodidad. Este método busca hacer que los niños se sientan mal y que no repitan el comportamiento por temor a causarle disgusto a sus padres.

Los niños no aprenden valores para la vida cuando reciben amenazas y sienten temor a ejecutar una acción, sin entender muy bien por qué.

El principal objetivo de un castigo es hacer cumplir las reglas a través del autoritarismo. Puede parecer que funciona en el momento pero no creará sentido de la responsabilidad en los niños.

Al contrario, causa sentimientos de enojo, resentimiento y falta de motivación. Estos factores luego llevan a los niños al engaño y a la evasión.

El lado más nocivo del castigo es que el niño se juzga por quién es y no por lo que hizo. En otras palabra, el castigo añade un rótulo negativo a la persona, no a la acción, lo que perjudica la autoestima.

Así la situación se convierte en una bola de nieve en la que el más perjudicado es el pequeño. El deterioro en el concepto de sí mismo ocasiona más comportamientos inapropiados en el futuro.

Las consecuencias

En la balanza también tenemos las consecuencias. Cuando las exponemos y explicamos al niño, este puede comprender realmente el por qué de nuestras decisiones y, también, los efectos de sus acciones.

A diferencia del castigo, al explicar las consecuencias de las acciones a los niños, estos no se abruman por la vergüenza sino que se promueve la reflexión, el entendimiento, la buena comunicación e, incluso, la empatía.

La diferencia entre castigo y consecuencia.

Los errores son los mejores maestros, y cuando se experimentan de una forma positiva, aportan enseñanzas muy valiosas.

Las consecuencias se enfocan en los resultados de las acciones y no en los individuos en sí. Podrán identificar que hay comportamientos problema, pero nunca niños problema. Por consiguiente, no se daña la autoestima y se fortalece el carácter.

En otras palabras, cuando se explican las consecuencias de las acciones, no se crea un ambiente negativo en el que todo sea confrontación y lucha de poder. 

Las 3 R de las consecuencias lógicas

Para que una consecuencia tenga valor, debe cumplir con tres características:

  • Relación. Si tu hijo derramó su jugo intencionalmente, deberá limpiar lo que hizo. Impedirle que juegue con su consola o con su teléfono no tiene ninguna relación con el comportamiento inapropiado.
  • A diferencia del castigo, las consecuencias no tienen por qué denigrar al niño. Evita a toda costa reaccionar en momentos de rabia, las palabras hirientes nunca se revierten. Aunque estés imponiendo una acción correctiva, tu tono de voz y lo que dices deben mantenerse serenos y respetuosos.
  • Esta última característica se refiere a que la consecuencia debe estar entre las posibilidades de acción de los niños. También deben ser proporcionales a la conducta que estás tratando de mejorar. Ten presente la edad de los niños y la gravedad de lo que hicieron.

Aunque muchos padres de esta generación han sido educados a través del castigo, se trata de una metodología que puede modificarse.

La disciplina debe ser firme y puntual pero basada en el respeto y la conciencia del otro como ser humano. De tus reacciones y decisiones depende la forma en que los niños asimilen tu autoridad.


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