Un cuento para manejar las emociones más dañinas

A continuación descubrirás uno de esos cuentos que perduran en la mente de los más pequeños durante años. Por supuesto, sirve para transmitir valiosas enseñanzas.
Un cuento para manejar las emociones más dañinas
María Alejandra Castro Arbeláez

Revisado y aprobado por la psicóloga María Alejandra Castro Arbeláez.

Última actualización: 07 octubre, 2022

Muchas veces, es útil educar a un niño a través de un cuento para enseñarle a lidiar con sus emociones. Historias creadas por adultos, que le dan lecciones sobre cómo debe enfrentarse ante los retos de la vida. Es una bonita forma de aprender a gestionar lo que siente de una forma sana, asertiva y madura. 

A continuación, hemos escogido un precioso cuento sobre la amistad y el valor.

La Princesa y el Dragón Esmeralda: un cuento para aprender

Había una vez una princesa que vivía en un reino muy lejano. Sus padres, que la querían mucho, eran dueños de un castillo enorme rodeado por bosques y montañas. Había animales de todo tipo: desde pequeños ratoncitos hasta enormes elefantes, y todos ellos vivían felices, respetándose los unos a los otros. 

El mejor amigo de la princesa era un pequeño león, y jugaban juntos todos los días. También se contaban historias de todo tipo, algunas incluso de miedo, que no dejaban dormir a la princesa por las noches. Las que más le aterraban eran aquellas sobre la leyenda del Dragón Esmeralda. Este gran dragón era muy malo, y se divertía asustando a la gente y a los demás animales.

La leyenda del Dragón Esmeralda

Cuando la princesa escuchaba algo sobre él, se enfadaba mucho con su amigo. Le gritaba y le insultaba, pues sabía que esa noche pasaría mucho miedo y no podría dormir. El león, que era muy bromista, se divertía mucho asustándola.

Sin embargo, una noche, la princesa se enfadó de verdad y le tiró una piedra al león. Le hizo mucho daño, y el león se puso a llorar. Cada uno se fue a su casa, y la princesa se puso muy triste. No quería contarle nada a sus padres por si se enfadaban con ella por lo que había hecho.

Al día siguiente fue a buscar a su amigo para disculparse, pero había desaparecido. Todos lo buscaron, pero no aparecía por ningún lado. Durante 3 días y 3 noches, no se supo nada de él. Finalmente, uno de los ratoncitos dijo que lo había encontrado: estaba preso en la guarida del Dragón Esmeralda. 

-No hay nada que hacer- le dijeron sus demás amigos. La princesa estaba asustada y confusa. Quería ayudar a su amigo, pero tenía mucho miedo. Sus padres seguían sin saber por qué ella estaba tan triste, y eso la hacía sentirse peor.

Al fin, una noche se armó de valor, cogió una espada y se fue en busca del dragón. Lo encontró escondido en una cueva, en lo más profundo del bosque. Cuando lo vio, pensó en darse la vuelta, porque el dragón era mucho más enorme y feroz de lo que le había dicho el leoncito. Pero entonces recordó que tenía que ser valiente, así que se acercó, temblando, donde estaba el monstruoso reptil.

La princesa se enfrenta al Dragón en su cueva

¡Suelta a mi amigo, o te mataré con mi espada, malvado dragón!– gritó la joven. Pero para su sorpresa, el dragón la observó confuso. Él no había secuestrado a su amigo. El leoncito se había perdido en el bosque y se había hecho daño, así que él lo estaba cuidando.

La princesa estaba muy sorprendida. Realmente, no parecía que aquel gigantesco animal le estuviera mintiendo. Tampoco parecía tan terriblemente malvado como decían los cuentos. Se sintió un poco avergonzada por haber pensado así de él sin ni siquiera conocerlo.

un cuento para

-Yo pensaba que al ser un dragón serías malo- dijo ella. El dragón le explicó que no había que fiarse de las apariencias. Lo importante no era lo que se veía, sino lo de dentro, y la niña se dio cuenta de que había juzgado mal al dragón solo por que era enorme y tenía grandes colmillos. Las leyendas siempre lo describían como si fuera malo, pero lo que la gente no sabía era que él era un dragón bueno, cuya belleza estaba en su interior.

Él vivía solo en el bosque porque nadie quería estar con alguien tan enorme y temible. El leoncito había decidido quedarse con él para que no estuviera solo y ahora eran grandes amigos. Cuando la princesa lo vio, sano y tranquilo, corrió a pedirle perdón.

No camines delante de mí, puede que no te siga. No camines detrás de mí, puede que no sea un guía. Solo camina a mi lado y sé mi amigo

-Albert Camus-

La princesa y el león hacen las paces

-Perdóname, por favor. Sé que no tenía que haberme enfadado tanto, y mucho menos hacerte daño. No lo volveré a hacer– dijo la princesa mientras le daba un abrazo.

Te perdono– dijo el pequeño león, y añadió: -Has sido muy valiente, y eso me ha hecho ver que me quieres mucho.

El leoncito se puso a recoger sus cosas, pero cuando estaba a punto de irse con la princesa, le preguntó si el Dragón Esmeralda podría irse con ellos. Era muy bueno y simpático, y merecía tener amigos y ser feliz. Su amiga estuvo de acuerdo, y los tres se encaminaron alegres de vuelta al reino.

Un cuento para 3

Cuando los reyes vieron al Dragón se asustaron muchísimo. Afortunadamente, su hija les narró lo ocurrido, y sus padres accedieron a quedárselo como mascota. Al contarles todo, se sintió mucho mejor, como si se quitara una gran piedra de encima.  Así pues, la joven princesa se dio cuenta de que todo hubiera sido mucho más fácil si le hubiera contado la verdad a sus padres.

Al final, el Dragón se hizo amigo de todas las personas y animales que conoció, y todos aprendieron valiosas lecciones. La primera, que hay que ser valiente ante los problemas; la segunda, que no hay que juzgar a los demás solo por su exterior; la tercera, que la ira solo provoca problemas y la cuarta, que cuando expresamos los problemas nos sentimos mejor.


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