Cómo tus hijos te están cambiando a mejor
Quizá desde que te convertiste en madre no te has dado cuenta de lo que tus hijos te ofrecen cada día: te están cambiando a mejor, estás convirtiéndote en una mejor persona casi sin darte cuenta. Es posible que no te des cuenta porque tienes unos hijos con un carácter fuerte que no quieren comer, que se tiran al suelo cuando quieren algo, porque hacen ruidos fuertes mientras juegan o porque no te dejan descansar.
Es posible que, mientras intentas hacer cosas productivas, te coja de la pierna o llore para que juegues a su lado. Cuando le cambias el pañal, sale corriendo o no permite que le vistas o le peines cómodamente porque prefiere salir corriendo y jugar a otras cosas. Te sientes tensa.
Es probable que también tenga regresiones del sueño y tus noches sean algo complicadas. Cuando estás a punto de dormir, llora, y sientes que todo es demasiado difícil a causa de tu cansancio.
¿Será algún día más fácil con tus hijos?
Sí, será más fácil, y echarás de menos estos días de caos que ahora te atormentan. Parece ilógico, pero es la realidad. Ahora es posible que anheles ser una madre tranquila, de esas que manejan las rabietas de sus hijos con empatía y comprensión en todo momento. Saber cómo mantener la calma en lugar de gritar o perder el control.
Algunos días, quizá con demasiada frecuencia, puede que te des cuenta de que estás reprimiendo tus propios sentimientos en lugar de lidiar con ellos…
El trabajo de tus hijos es ser explotadores de su mundo: abrir armarios y desechar el contenido, descubrir qué artículos del hogar rebotan cuando golpean el suelo y cuáles no, para superar sus límites y probar los tuyos, y determinar qué es caliente, frío, malo, bueno, rasposo, suave, frustrante o divertido.
Es bueno que motives a tus hijos a ser exploradores, aunque esto signifique que tu casa sea un desastre. Permite que tus hijos sientan sus sentimientos más grandes y que los apoyas y los guías en sus momentos de crisis emocionales, recordando que no tiene que ser difícil si estás a su lado para mantener el control.
Es una batalla contigo misma
La crianza es una batalla contigo misma; mientras luchas con tus tendencias sensibles a la vez que tu hijo tiene una rabieta. Quizá te hayas dado cuenta desde que eres madre que uno de los desencadenantes más grandes en tu ira es el ruido, por lo que puede que te resulte complicado mantener la calma en los momentos en los que grita y cuando solo necesitas que te haga caso rápidamente.
La lucha contra tu necesidad de orden es constante mientras tus hijos desordenan cualquier estancia de tu hogar. Lucharás contra los momentos en los que tu frustración te haga enfurecer, eligiendo la paciencia y la resistencia.
Dicen que la crianza de los hijos se trata de elegir tus batallas, pero la mayoría de los días sientes que las batallas te están eligiendo a ti, implacables e inflexibles, y así será siempre. Pueden volverse menos físicas a medida que tus hijos crezcan, pero no serán menos reales y no menos propensas. Las batallas por los quehaceres y el tiempo frente a la pantalla, el toque de queda y la ropa continuarán consumiéndote si dejas que así sea.
Transforma tu perspectiva: tu hijos te están cambiando a mejor
En este sentido, puedes tratar de cambiar tu perspectiva, ser siempre el aliado de tus hijos, nunca el enemigo. Es difícil ser su aliada cuando rechazan tu ayuda. Pero seguirás ofreciéndoles eso, extendiendo no una bandera blanca de rendición, sino una rama de olivo de la paz.
No quieres disciplinar este espíritu salvaje fuera de tus hijos, pero sí quieres ayudarlos a aprovecharlo para siempre. Tampoco quieres castigarlos por hacer cosas apropiadas para su edad, pero sí quieres ayudarlos a convertirse en un humanos maduros, responsables y capaces.
En realidad, no hay maneras fáciles de medir los resultados de estas cosas para padres: el trabajo diario de dar forma, modelar con el ejemplo, disciplinar y enseñar, mostrar y decir la verdad…
Tus hijos te están cambiando a mejor sin darte cuenta, por ello, establece tus objetivos a largo plazo lo más alto y más lejos que puedas. Si tus hijos se convierten en personas valientes, personas que conocen el poder de su “no” y el valor de su cuerpo y de su espíritu, entonces, habrás hecho bien tu trabajo.
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