Cómo evitar las luchas de poder con los hijos

Cómo evitar las luchas de poder con los hijos
María Alejandra Castro Arbeláez

Revisado y aprobado por la psicóloga María Alejandra Castro Arbeláez.

Última actualización: 30 noviembre, 2020

Las luchas de poder con los hijos son esas situaciones en las que un niño se niega a hacer algo y el padre o la madre sigue insistiendo en que lo haga. Lo que puede empezar como una broma, una reacción inapropiada, un mal entendido o una falta de ganas puede acabar en una verdadera batalla.

Lo peor de todo es que los niños empiezan a cogerle el gusto a estas luchas de poder, especialmente cuando descubren que, como poco, tienen la capacidad de provocar a sus padres u otros adultos.

Para los niños, las luchas de poder son una forma de retrasar la tarea. Mientras discuten están demorando lo que tienen que hacer y, a su vez, están intentando eludir dicha tarea. Además, están poniendo a prueba lo que pueden conseguir. Mientras consigan algo seguirán provocando esas luchas. Son su forma de intentar mandar.

En cualquier caso, cuanto más tiempo dure la lucha, más difícil se hace conseguir que el niño cumpla con lo que se le ha pedido y más probabilidades hay de que los adultos pierdan los nervios. Por eso, alimentar la lucha es inútil. La misión de los padres es recuperar el control cuanto antes. Las siguientes estrategias resultarán muy útiles para evitar estas luchas de poder con los hijos.

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Decide bien cuáles van a ser tus batallas

Es inevitable que tarde o temprano los niños se rebelen y quieran imponer su voluntad. Sin embargo, no siempre es necesario que tenga lugar la batalla. En su lugar, puede ser una excelente opción dejar que los niños carguen con las consecuencias de sus actos.

Los niños tienen que aprender a ser responsables. Tienen que hacer las cosas no porque se las ordenen sus padres, sino porque esa acción responde a una obligación o a una necesidad. El niño tiene que entender por qué tiene que cumplir. Por eso es necesario que entienda por qué debe hacer las cosas y qué pasará si no las hace. En este sentido, las normas tienen que ser claras.

¿No quiere hacer los deberes? ¿No quiere recoger su habitación? ¿No quiere lavarse los dientes? ¿No quiere acostarse? Cualquiera que sea la situación que da lugar a una lucha se puede evitar simplemente recordándole lo que ocurrirá si no lo hace.

Muchos niños preferirán probar a ver qué pasa. Los padres deben ser lo suficientemente fuertes como para dejar que ocurra, especialmente si las consecuencias o el castigo va a venir de fuera (por ejemplo, en el caso de los deberes).

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Plantear la lucha como la resolución de un conflicto

¿Por qué el niño se niega a hacer lo que se le pide? A veces los niños no entienden por qué tienen que hacer las cosas. De hecho el “porque lo digo yo” es la forma más fácil de desencadenar la lucha.

Detrás de un niño que no quiere hacer algo puede haber muchas razones. Tal vez el niño no sepa hacer lo que se le pide o esté concentrado en otra cosa que, simplemente, le interesa más. Muchas veces, tomarse el tiempo necesario para resolver el problema evita muchas luchas posteriores.

Además, de este modo también podemos conocer mejor el punto de vista de nuestro hijo y hacerle entender la importancia de ciertas tareas. Por otra parte, le damos la oportunidad de que se explique. Sus razones deberían hacernos reflexionar sobre si lo que realmente le pedimos al niño es lógico, proporcionado e incluso justo.

Ofrecer opciones

Una forma de evitar la lucha de poder es dar a elegir entre dos opciones para hacer una misma tarea. De este modo estamos ayudando al niño a tomar una decisión sin obligarlo a hacerlo en un momento concreto y/o de una forma concreta.

Usar esta estrategia cuando sea posible permite al niño tener cierto control, con lo que la lucha de poder tiene menos sentido, ya que, aunque sabe que tiene que hacer la tarea, tiene la opción de controlar parte de la situación.

Una sola advertencia

Hay un dicho popular que dice que dos no se pelean si uno no quiere.  Si el niño se empeña en no obedecer debe bastar con una sola advertencia, realizada de forma calmada y pausada. Sé tú el que no quiera. Si con el aviso no hay reacción, hay que dejar que sufra las consecuencias.

Pero solo un advertencia. Si sigues insistiendo el niño va a tener parte del control. Eso le gustará. Durante un ratito será quien domine la situación, con lo que cada vez será peor. Si a la primera no cumple, haz lo que tengas que hacer, ya sea una consecuencia negativa o la pérdida de un privilegio.


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